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Por Carlota Núñez
PODCAST: Caso Gabriel: La metamorfosis del monstruo
Contar el hallazgo del cadáver de Gabriel fue el informativo más duro que he hecho hasta el momento.Fueron unos días intensos, marcados por un clima adverso que en nada mermó las tareas de búsqueda de los voluntarios.
- El dolor y la angustia de Ángel y Patricia se trasladaba a todo el país
- Cada vez que había una cámara, allí estaba Ana Julia
Es difícil ver llover en Almería. Cabo de Gata es el lugar con menos precipitaciones de la península ibérica. Durante los primeros días de búsqueda, las trombas de agua se habían convertido en uno de los actores de reparto de aquella escena. Los voluntarios comentaban lo extraño de una situación meteorológica que nunca redujo su esfuerzo por encontrar la más mínima señal, rastro o prueba que les condujera a Gabriel.
Llegamos a Las Hortichuelas desde Sevilla: 450 km que cambiaron nuestra forma de ver las cosas y nos hicieron sentir que el niño que buscábamos podría ser el nuestro. Esa pedanía era el lugar perfecto para buscar un poco de tranquilidad. Los pocos habitantes nos contaban que durante todo el año cantantes y actores elegían ese paraje para disfrutar de unos días sin la presión de las cámaras. Todo cambió desde el día 27 de febrero de 2018.
Decenas de periodistas comenzaron a invadir la zona de Níjar acompañando a las batidas que cada día crecían en número, medios materiales y especialización. El terreno era muy diverso: minas, montañas, pozos, barrancos… lugares con accesos muy complicados a los que hubiera sido casi imposible llegar sin la ayuda de los dones y sus pilotos que, dejando su vida a un lado, se instalaron en furgonetas y se pusieron a disposición del operativo.
[[DEST:El dolor y la angustia de Ángel y Patricia se trasladaba a todo el país]]
En paralelo a la búsqueda, que fue creciendo día tras día, se desarrollaba una extensa y minuciosa investigación de la que íbamos sabiendo detalles a cuentagotas.
El anuncio de que la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil se iban a trasladar hasta ese lejano lugar nos hizo vislumbrar la magnitud de lo que allí estaba ocurriendo…pero no podíamos imaginar lo que iba a venir después.
El dolor y la angustia de Ángel y Patricia, los padres de Gabriel, se trasladaba a todo el país pero también esa esperanza, esa fuerza y ese coraje que han terminado convirtiéndose en “la marea de la buena gente”. Un movimiento que nos hizo ver y creer que en medio de tanta indignación, se podía percibir algo bueno: el amor que Ángel y Patricia trasladaban incluso en los peores momentos.
Los periodistas aprovechábamos cada momento que podíamos pasar con la familia para hablar con ellos. Y en esas primeras conversaciones apareció en escena Ana Julia, la pareja de Ángel que no quería estar en un segundo plano como hacía el resto de la familia. Digo “escena” porque aquellos días fueron parte de una interpretación no muy creíble para los investigadores, que no tardaron mucho en fijar en ella su atención.
Nosotros buscábamos reacciones, hacíamos incluso elucubraciones sobre el papel que cada uno podía jugar en aquel suceso. Ninguno de los que estuvimos allí durante toda la búsqueda llegamos a pensar que Ana Julia había podido hacer algo así.
La aparición de la camiseta en la depuradora fue el punto de inflexión en la investigación y esa lluvia, que era un fantasma en Almería, fue determinante para saber que la prenda había sido colocada, que no llevaba cinco días allí, ni siquiera 12 horas.
[[DEST:La aparición de la camiseta en la depuradora fue el punto de inflexión]]
Eran las 16:50h, estábamos llegando de comer, cuando Ana Julia llegaba derrapando en coche al puesto de mando. Gritaba mucho, hiperventilaba y solo alcanzábamos a entender “la hemos encontrado, lo hemos encontrado“. El despliegue fue inmediato, en cuestión de 15 minutos la zona estaba totalmente acordonada, los especialistas hacían mediciones, recogían muestras. Junto a esa zona había una depuradora con varias balsas. Juanjo, un guardiacivil del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas se sumergió dentro de esas aguas dejando una imagen que definía a la perfección todo el empeño y sacrificio destinados a encontrar a Gabriel.
A partir de ese día intentamos hablar con Ana Julia, era muy raro que la única prueba que había hasta el momento la hubiera encontrado ella. Iba acompañada de Ángel pero, mientras él miraba otra zona, ella sola vio la camiseta, la tocó e incluso aseguró que era la que llevaba Gabriel el día de su desaparición.
Ana Julia siempre hablaba en pasado del niño
En conversaciones que mantuvimos durante esos días me llamo especialmente la atención que, cuando no había cámaras delante, Ana Julia siempre hablaba en pasado del niño y remarcaba lo destrozada que estaba ella, lo mal que lo estaba pasando ella, haciéndose protagonista del dolor.
Mientras, Ángel y Patricia siempre nos trasladaban la esperanza de encontrar a su hijo. A partir de ese sábado ella, la pareja del padre que siempre estaba pasó a tener toda nuestra atención. Examinábamos sus movimientos, intentamos captar con la cámara todas sus apariciones porque sabíamos que el círculo se iba a centrando en ella.
La búsqueda continuaba pero con menos voluntarios. Los mandos del operativo demandaban búsquedas más concretas en lugares donde sólo podían entrar equipos especializados: bomberos en las minas, GAs en los pozos, equipos de caballería en los montes. Un despliegue nunca antes visto y que acabó convirtiéndose en la mayor búsqueda coordinada de la historia.
Las apariciones de Julia iban reduciéndose en número pero cada vez que había una cámara delante, allí estaba. Quizá la última vez que se mostró cómoda ante los periodistas fue en la manifestación convocada por los padres de Gabriel. Fue el viernes 9 de marzo, tres días antes de su detención, en la capital almeriense se concentraron nueve mil personas que llenaron las calles con “pescaítos” porque así llamaba Patricia a su hijo, Y que gritaron juntos ‘Todos somos Gabriel’...
La estrategia para que diera un paso en falso
Al día siguiente mientras hacíamos guardia en la casa de Las Hortichuelas veíamos que Ana Julia salía a jugar con su perra Tea. Salía al camino donde habían visto al niño por última vez pero, en cuanto veía las cámaras, trataba de ocultarse. Ese día no quería ser observada. Comenzaba a sentir presión y los investigadores decidieron poner en marcha ese mismo día una estrategia para intentar que diera un paso en falso. Y funcionó.
Al día siguiente, sabiendo que Ángel y Patricia habían citado a los medios para darnos una entrevista y sintiéndose así poco observada, se encaminó a una finca en Rodalquilar donde ya había un agente de la guardia civil vigilando cualquier movimiento. A partir de ahí se pone en marcha la operación que finalmente concluye con su detención. Los medios de comunicación nacionales estábamos en el Hotel Cala Grande, nuestra casa durante un mes, con los padres de Gabriel. La última frase que nos dijo Ángel antes de que les comunicaran lo que acababa de pasar fue la de siempre, pero en aquella ocasión se nos quedó más marcada que otras veces: “hoy le vamos a encontrar “. Y tras eso salieron del Hotel...
A partir de ahí todo sucedió muy rápido, nuestras fuentes nos confirmaban lo que llevaban días advirtiéndonos: Ana Julia Quezada había sido detenida mientras movía el cuerpo del niño, y la habían cogido en la entrada al parking de la casa en la que vivía con Ángel a unos cuarenta minutos de Las Hortichuelas.
Una caravana de coches salió rápidamente desde Las Negras para llegar a la calle Horacio, en la Puebla de Vícar, teníamos que entrar en directo en los informativos y llegábamos con el tiempo justo. Allí ya había muchísima gente que había participado como voluntaria en las batidas, vecinos que no querían creerse lo que acababan de ver y en medio de todo aquello nosotros intentábamos contar lo que había pasado.
Ese informativo fue el más duro que hecho hasta el momento. Tenía que contar que, quien durante trece días había querido aparentar que era la más afectada de todos, había hecho algo incomprensible para todos: hacer daño a un niño. Sospechábamos de ella, creíamos que algún tipo de implicación tenía en todo aquello, pero nunca llegamos a imaginarnos que había sido capaz de hacer todo lo que luego se desveló. No recuerdo el número de directos que tuve que hacer en ese informativo, sólo tengo clara la voz del director de fin de semana dándome instrucciones sobre la marcha y los mensajes de mi editor alentándonos a seguir. Cuando por el pinganillo, ese microcasco por el que oímos el informativo, me dijeron que ya había acabado, mis fuerzas y mi sobriedad iban desapareciendo poco a poco. Se fueron de golpe tras ver la desolación y la tristeza en los ojos de toda la gente que llenaba aquella calle de la Puebla de Vícar.
Encontré dos miradas que hicieron que todos los periodistas nos comenzáramos a derrumbar uno a uno: la primera la de Alberto, mi cámara, el compañero que había vivido conmigo toda aquella locura y que como siempre entendía a la perfección lo que estaba a punto de pasar; y la segunda, la de una compañera reportera que como yo había compartido desde el primer día cada minuto y cada segundo de aquella intensa búsqueda.
Nos íbamos acercando, callados, con la mirada resignada y cuando ya estábamos lo suficientemente cerca nos caímos al suelo, habíamos llegado hasta ese momento como habíamos podido para poder contar lo que había pasado pero ya no podíamos más y rompimos a llorar, nos abrazamos, fueron llegando otros compañeros y también otras personas a las que habíamos visto dejarse la piel durante los días de búsqueda, que en ese momento, al igual que nosotros, no querían sentirse solos, querían pensar que se triste final no era cierto.
Pasaron los días, comenzaron las reconstrucciones con la acusada en los lugares en los que habían sucedido los hechos, sus declaraciones ante la guardia civil y su pase a disposición judicial que acabó con prisión incomunicada y sin fianza para la mujer que había mantenido en vilo durante trece días a un país entero y a unos padres desesperados por saber algo de su hijo.
Y ahora, después de un año y medio, un jurado popular compuesto por siete mujeres y dos hombres ha sido el encargado de poner nombre y castigo a lo que sucedió durante aquellos días en Níjar. Grabaciones de micrófonos que habían instalado en su coche, detalles de su comportamiento durante aquellos días y una larga lista de evidencias presentadas explicadas y detalladas ante el jurado, que tras 8 sesiones analizando testimonios y pruebas ha dictaminado que Ana Julia es culpable de 5 delitos. Uno, el asesinato del menor y los otros por daños a los padres. Dos por lesiones psíquicas y dos más por la integridad moral de Ángel y Patricia.
Este caso fue un antes y un después en muchos aspectos. Quizá el más humano, el que perdurará en el tiempo, es la semilla que los padres de Gabriel habían sembrado durante esos días y que esa rara lluvia en Almería había regado, una gran lección: que a pesar de todo, la sonrisa de ese niño al que todos buscábamos y llorábamos nos había demostrado que en el mundo hay más gente buena que mala, que el amor mueve montañas. Eso es lo que sucedió en aquella pequeña pedanía de Níjar: que miles de personas dejaron durante unos días sus propias vidas a un lado y quedaron para siempre unidas por una esperanza con triste final.
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