La primera imagen que recuerdo está vinculada a la tele: mi padre subiendo el televisor en color por las escaleras para ver el Mundial 82, dejando atrás el blanco y negro. Siempre he admirado mi profesión. Enseguida aprendí que son tan importantes los compañeros como nuestras crónicas, que sin el periodista local, el periodismo no existe y que resulta imprescindible un compromiso con la audiencia y con el otro lado, el de la fuente. Me he pasado la vida contando historias desde Galicia para el mundo. Como la abuela Bidelina. Me gusta informar y entretener, pero sobre todo escuchar.