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BÁRCELONA | SONAR DÍA
El público Sónar se deja seducir por el baile en la primera jornada de día
La nueva ubicación ha modificado, definitivamente, la estructura del Sónar día. Se ha visto en la primera jornada de esta edición: a más espacio, más baile -actividad asociada hasta ahora a la programación nocturna- y un cambio al que han ayudado mucho los norteamericanos Metro Area y los noruegos Lindstron y Todd Terje.
Con más metros cuadrados se podían programar artistas de mayor tirón en las horas de luz, que durante años habían acogido la programación más experimental. Se ha comprobado en el concierto del compositor y cantante francés Sébastien Tellier, cuya atrabiliaria figura ha sido un imán para sus compatriotas, muy abundantes entre los varios miles de personas congregados en el SonarVillage, que han tenido su correspondiente sesión de funky psicodélico y ritmos ochenteros. Sébastien ha estado bastante más "fluido" que en su reciente visita a la sala Apolo de la capital catalana, donde su mensaje mesiánico de amor y hedonismo universal no llegó a calar por lo pastoso de su discurso. Hoy ha estado un pelo más "concreto", aunque no se ha separado de su lata de cerveza (de la empresa patrocinadora, por supuesto) ni de su guitarra flecha tan molona.
Al dúo de Brooklyn formado por Morgan Geist y Darsham Jesrani, conocido como Metro Area, les ha tocado sudar. Al igual que a los centenares de espectadores que han reunido en el escenario SonarDome, un espacio cubierto, bañado con luz de claraboya, pero muy caldeado por la elegante electrónica de esta pareja que ha sacado lo mejor de sí con temas tan sublimes, y clásicos, como "Miura" u "Orange alert".
El problema del espacio Dome, demasiado alargado y estrecho, es que las conversaciones de la gente están muy presentes, y no todas son interesantes. Confirmado. Aunque hace tiempo que lo sabíamos, el dúo de intereses formado por los noruegos Lindstrom y Todd Terje son una bomba para la pista de baile. Han sido los encargados de cerrar la jornada y han cumplido con las expectativas con piezas como "Lanzarote" o "Inspector Norse".
Negación de lo que en el sur se entiende por frialdad escandinava. Antes se habían producido otras citas ineludibles. Una de ellas, la del pianista Francesco Tristano con su Piano 2.0, título que puede resultar quizás poco apropiado, porque lo que ofrece este prodigio luxemburgués es mucho más que una segunda generación de teclado clásico. Aunque a cubierto, Francesco ha deslumbrado sentado en su Yamaha y rodeado de sintetizadores, pasión dirigida a demostrar que el piano es mucho más que una imponente caja negra, a la que ha metido mano, literalmente, en sus entrañas para desmontar cualquier temor elitista sobre sus posibilidades de conexión con la música de vanguardia.
Otro gran protagonista ha sido Mikki Blanco, exponente del llamado queer rap. Travesti cuando le sale de las narices, hoy ha ofrecido su cara estética digámosle varonil: vestido con unos convencionales y enormes calzones amarillos de básket y pecho al aire. Pero la imagen no lo es todo, su actitud desafiante encima del escenario, una metralleta maquillada, la ha mezclado con estrofas de temas de Beyonce, poses de bailarina de ballet o falsetes imitando el "I wanna be loved by you" de Marilyn Monroe.
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