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CORRIDAS GENERALES DE BILBAO 2016 | 22 DE AGOSTO
Padilla y Adame desaprovechan dos toros de desbordante clase
Los diestros Juan José Padilla y Joselito Adame, a pesar de que cortaron sendas orejas, desaprovecharon la desbordante calidad de dos de los toros de Puerto de San Lorenzo lidiados en el tercer festejo de las Corridas Generales de Bilbao.
Pocas veces a lo largo de la temporada taurina, y menos aún en plazas de esta categoría, salen al ruedo toros de tanta calidad en sus embestidas como 'Lechucito' y 'Cantinillo', dos de los ejemplares de la seria y excelentemente presentada corrida que lidió en Bilbao la ganadería de Puerto de San Lorenzo.
Con trapío sobrado pero con preciosas y armónicas hechuras, hondos pero bien proporcionados, de lomo recto, manos bajas, bien armados y estrechos de sienes, ya desde su salida ambos anunciaron lo que llevaban dentro: un abundante cargamento de clase, entrega y temple en cada una de sus arrancadas.
El primero, aparentemente, tuvo menos duración, porque empezó a salir distraído de las suertes al final de la faena de Juan José Padilla. Sólo que antes de llegar a ese punto había tenido que soportar una larguísima brega de docenas de malos capotazos sin respiro.
Pero ni aun así empeoró su notable condición el toro charro, sino que siguió repitiendo sus entregadas y largas arrancadas con la profundidad y la entrega que no encontró casi nunca en la muleta del torero jerezano, que la manejó con ligereza y vulgaridad, nunca a la altura del "enemigo", como tampoco fue digno el bajonazo con que mató a tan notable ejemplar.
Más duración tuvo el quinto, 'Cantinillo', que ya desde que asomó al ruedo lo hizo galopando y descolgando su largo cuello para tomar los engaños a ras de arena, como se pudo ver mejor en el preciso y templado capote del banderillero Miguel Martín.
Este otro toro estelar le cupo en suerte al mexicano Joselito Adame, que le cortó una oreja y al que se le pidió aún una segunda, sí, pero que tampoco estuvo al nivel de una bravura tan enclasada como desarrolló el precioso ejemplar de Puerto de San Lorenzo.
Colocado casi siempre en la pala del pitón y tapándose detrás de la muleta en los cites, moviendo la muleta con rapidez y brusquedad y sin apurar el ambicioso recorrido de las embestidas, el torero de Aguascalientes no correspondió al animal con similar entrega. Más bien fue el toro quien puso más de su parte para que la faena, tras una estocada muy delantera cobrada al encuentro y que provocó un feo derrame, tuviera premio.
Como lo tuvo la de Padilla al cuarto, otro toro que, aunque sin tanta clase, sacó buena nota y con el que tampoco el de Jerez dejó de lado la vulgaridad y una tensión totalmente fuera de contexto.
Crispado y con apariencia de esfuerzo fue también el trasteo de Adame con el segundo, toro noble pero lastrado por la falta de fuerza en sus cuartos traseros.
Y largos, dilatadísimos, resultaron los dos de Juan del Álamo en una corrida que llegó a las dos horas y cuarenta minutos de duración. En su descargo, el salmantino puede argumentar que le correspondió el lote más complejo y menos lucido de la corrida, pues si uno se rebrincó y no tuvo verdadera entrega, el sexto sacó temperamento de manso hasta que Del Álamo lo sometió.
Pero cuando todo parecía remontar, y con el toro ya entregado, un inoportuno desarme desengañó al del Puerto y anuló toda posibilidad de conjunción en un trabajo tan largo como infructuoso.
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