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FERIA DE SAN FERMÍN I 09 DE JULIO
La cornada al banderillero Pablo Saugar ensombrece la tarde en Pamplona
La muy grave cornada que el primer toro de la tarde le infirió en el vientre al banderillero Pablo Saugar Pirri ensombreció el quinto festejo de los Sanfermines, en el que el público y la presidencia premiaron con generosidad y sendas orejas a los diestros Paco Ureña y José Garrido.
Salían ya las peñas con sus charangas y sus pancartas camino de la jarana de Jarauta, y los médicos aún no habían emitido el parte acerca del estado de Pablo Saugar Pirri, el buen subalterno madrileño al que un toro de Puerto de San Lorenzo corneó brutalmente en el vientre cuando apenas iban transcurridos quince minutos de corrida. Durante todo ese tiempo, el banderillero estuvo siendo intervenido en el bien dotado quirófano de la plaza de Pamplona de los graves destrozos que "Tanguisto" hizo en sus entrañas cuando, al intentar clavarle el primer par de rehiletes, resultó prendido y colgado a plomo del pitón, y aun librándose después, cuando el cazador soltó la prena, de un terrorífico derrote dirigido hacia su rostro.
La corrida continuaba mientras apenas se conocían más datos del percance de Pirri, sólo la gravedad intuida en el semblante preocupado de su hermano Víctor Hugo, que actuaba hoy también en Pamplona, alistado en la cuadrilla de Paco Ureña.
El toro de la cornada fue un voluminoso y cornalón cinqueño que luego apenas tuvo raza para pegar medias arrancadas sin celo durante la aseada faena de Curro Díaz, al que en, en cambio, en segundo turno le tocó uno de los tres buenos toros -o dos y medio- que se enlotaron en una corrida de grandes contrastes.
Y es que frente a los mansos y descastados, estuvo esa otra terna de astados con posibilidades, como ese cuarto que embistió por el pitón izquierdo con una claridad y profundidad que, por falta de mando y asiento, no llegó a aprovechar el torero de Linares.
A Paco Ureña le salió en segundo lugar ese "medio toro", el más fino y armónico del sexteto, pero que fue también el menos bueno de los tres, porque simplemente "se dejó" sin la suficiente entrega. Los esfuerzos del murciano se centraron en intentar tirar de un animal que se movió a regañadientes aunque, al menos, le permitió lucir en algunas fases de un trasteo que se premió con abundancia tras una estocada de muy buena y limpia ejecución.
Buscando una segunda oreja, Ureña se demoró demasiado con el quinto, otro torancón que derribó por dos veces en varas con arreones de manso y que en el último tercio no dejó de soltar secos y violentos tornillazos a la tela roja. El otro mal toro de la corrida fue el primero de José Garrido, que se presentó en Pamplona saludándolo con dos largas cambiadas de rodillas, pero pasó después bastantes apuros para dar muerte a un astado rajado y refugiado en la puerta de toriles.
Claro que el azar le compensaría con la buena condición del colorado sexto, marcado con el otro hierro de la casa y que, por su distinto orígen genético -éste de sangre Aldeanueva, de Atanasio los otros cinco- marcó un guión muy distinto tanto en el encierro matinal como en la corrida.
De gran alzada y volumen, pero con un largo cuello y hechuras equilibradas, el "Huracán" que se hizo famoso en el empedrado, embistió con calidad y entrega sobre la arena, poniéndole fáciles las cosas al extremeño, que calentó al tendido desde que abrió el trasteo con las dos rodillas en tierra. Acabó Garrido cortándole una oreja pedida generosamente por un público que agradeció, fundamentalmente, su entrega y sus ganas así como sus alardes efectistas, y que no tuvo en cuenta la falta de poso, reposo y temple del extremeño a la hora de hacer el toreo fundamental.
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