El diestro Jose Mari Manzanares durante la faena de su segundo toro

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SEVILLA | MARTES DE FAROLILLOS

Las intermitencias de Finito y la salud de Manzanares empañan lo que pudo ser

Una solitaria tanda de naturales, ejecutada por Finito de Córdoba al primero de la tarde, fue lo único estimable que sacó en claro la terna de los tres buenos toros de la divisa de El Pilar lidiados en la novena corrida del abono de Abril en Sevilla.

Por mucho que los tres últimos toros de la tarde descompensaran el juego en conjunto de la corrida salmantina de El Pilar, los tres ejemplares de la primera parte del festejo ofrecieron a la terna posibilidades sobradas para que la tarde hubiera resultado triunfal.

La calidad en las embestidas, mayor o menor pero en grado notable, de esos tres altiricones animales pedía a voces como respuesta un mejor trato muletero, temple y precisión en las telas para ser conducida y embarcada en pases de mayor largo trazo y ligazón de los que recibieron.

Sólo Finito de Córdoba, en una soberbia tanda de naturales al primero, logró la conjunción necesaria entre el pulso de las muñecas y el impulso de las pezuñas en una faena que un así no llegó a redondear.

Un punto de ligereza y cierta crispación formal lastraron la hondura buscada por el de Córdoba en distintas fases de una faena de altibajos, donde, para bien, brilló el aire general de su intrínseca torería así como varios chispazos de genialidad. Pero fueron insuficientes como para que la obra se premiara más allá de una fuerte ovación.

El segundo toro salió ya descolgando los pitones con ritmo y entrega al capote de José María Manzanares, antes de empujar y derribar en varas con codicia y dejar que se luciera con las banderillas una vez más la cuadrilla del alicantino.

Más aplacado en el último tercio, el de El Pilar embistió con dulzura y en líneas muy abiertas, sin comprometer nunca al torero, que, con la muleta volandera e imprecisa, no acertó a darle el ritmo necesario a los pases.

Todo se diluyó finalmente entre las abundantes y largas pausas de una faena morosa y opaca, en la que Manzanares tal vez se sintiera afectado por los efectos de la gastroenteritis de la que luego tuvo que ser atendido por los médicos.

Más brío y empuje en tuvo el tercero, a pesar de que se fue huido hasta chiqueros a la salida del primer muletazo. Pero el detalle quedó en un borrón sin importancia en cuanto Daniel Luque lo sacó de nuevo a los medios y el animal rompió a embestir con nobleza y clase.

Para haber estado a la altura de tan buena condición del enemigo, a la faena del sevillano le faltó básicamente ambición, un mayor grado de apuesta para traerse esas embestidas enganchadas en los flecos de la muleta y ligarlas con la hondura y sutileza que merecían.

En cambio, Luque se ahorró esfuerzos desde una posición retrasada en un faenar pulcro e insulso que quiso remontar con el efectismo de unas "luquesinas", alternando sin espada pases con izquierda y derecha, que provocaron las pocas y únicas palmas del trasteo.

Una vez consumado el derroche, la segunda parte de la corrida se fue perdiendo entre la mansedumbre y las huidas a tablas de cuarto y quinto y el medido gas de un quinto al que Manzanares sólo pudo aprovechar a la verónica.

FICHA DEL FESTEJO:

Finito de Córdoba: estocada caída y descabello (gran ovación tras aviso); estocada trasera (silencio).

José María Manzanares: pinchazo y estocada tendida (silencio); pinchazo y estocada (silencio).

Daniel Luque: pinchazo y estocada (ovación tras aviso); cuatro pinchazos (silencio).

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