Publicidad
LEWIS ABANDONA Y ROSBERG SE ACERCA AL TÍTULO
Ricciardo gana en Malasia con Alonso séptimo y con el Mercedes de Hamilton en llamas
Menuda carrera espectacular la que se vivió en Sepang. El GP de Malasia tuvo emoción desde el principio hasta el final y pudo incluso haber dejado marcado el desenlace del Mundial. Daniel Ricciardo ha logrado la victoria de esta exigente prueba que no ha soportado Lewis Hamilton y su Mercedes, que acabó con el motor roto y en llamas. Alonso, tras una remontada espectacular, terminó séptimo. Sainz fue undécimo.
Todo puede cambiar en un momento. En cinco minutos. O en menos incluso. Un mal día puede cambiar. Y un buen día, un día perfecto, se puede ir al traste. Un fin de semana entero en el caso de Lewis Hamilton. Iba bien, muy bien. En plan tetracampeón, directo a la victoria en Malasia. Sí, iba como él quería ir. Como él había soñado con ir, con Rosberg lejos por un toque con Vettel en la primera vuelta. Pero cambió, todo cambió. Cambió en cuanto rompió el motor, en cuanto su coche empezó a echar fuego. En cuanto perdió todo aquello que tenía ganado.
"¡No, no noooo"!, gritó por radio Lewis en cuanto vio las llamas. En cuanto le dijeron que tocaba parar en las afueras de Sepang. En cuanto se dio cuenta de que el Mundial podía irse justo en la carrera que le iba a volver a situar en el liderato del campeonato. Ahí cambió todo, ahí se le iluminó el gesto a un Rosberg que también tuvo lo suyo entre los dos Ferrari y la sanción de diez segundos en un día en el que el plateado de Mercedes se volvió negro. En un día en el que triunfaron otros.
Un día en el que Red Bull nos hizo viajar a tiempos pasados en las últimas vueltas, con Ricciardo y con Verstappen luchando sin órdenes de equipo aparentes por la victoria. Todo parecía decantado para Max, al menos así era cuando Hamilton estaba en pista si atendemos a su estrategia de carrera. Sin Lewis, Daniel cobró ventaja haciendo uso de su neumático blando nuevo y de su mayor veteranía con respecto al aún ni veinteañero holandés.
El oceánico supo mantener su renta con faclidad en las últimas vueltas. No dejó que se le acercará a un segundo, a distancia de DRS, para evitar males mayores y para volver a dejar la decisión de si se luchaba o si no se luchaba en manos del muro. Quizá sí las hubo, y quizá por eso Verstappen, siempre agresivo como un tigre y que dejó de nuevo una frase para el recuerdo ("Vettel es idiota" o "Vettel se tiró a por Rosberg como un loco"), pareciera un gato doméstico ante Ricciardo.
Alonso, el gran samurai sobre Sepang
Eso sí, en Sepang lo que sí que hubo fue un mago. Uno que nació en asturias y que no necesita varita alguna para crear los mejores trucos que se pueden presenciar en la F1. Sí, otra vez lo volvió a hacer. Otra vez Fernando Alonso hizo algo que nadie pensaba que pudiera hacer. Con ese McLaren-Honda, ese coche que ahora sí parece un monoplaza de verdad y sí parece tener un motor de verdad. Que ahora sí compite y que sí, que no era broma, que puede terminar el campeonato siendo el cuarto coche.
Último empezaba, séptimo terminó. Último por esas ya típicas penalizaciones que sufren con frecuencia los de Woking desde su unión con Honda. Pero en Sepang, en 2016, las cosas han cambiado. Porque el coche corre, y si se dan las circunstancias adecuadas los puntos son una opción más que posible. Los puntos son una realidad, una que no fue por múltiples abandonos ni por suerte. Fue por el talento de Alonso y por el enorme ritmo en el vuelta a vuelta que tenía su McLaren-Honda.
Desde el comienzo hasta el final en una pista tremendamente exigente para el piloto y para el coche. Iba rápido, muy rápido, mostrando una bestial evolución con respecto a lo visto el pasado año y con muchas fases del presente curso. Optimismo, mucho optimismo, sabiendo incluso que el nuevo motor Honda, con mejoras, se verá en Japón. Button confirma las sospechas: acabó noveno, también en zona de puntos. Sainz se quedó a las puertas, a tres segundos del décimo puesto de Palmer.
Rosberg se acerca al Mundial
Alegría en Honda y en McLaren. Alegría en Red Bull y en Renault. Y no tanta alegría en Mercedes, que ve como el récord de victorias consecutivas en una temporada se escapa con el triunfo de Ricciardo en Malasia y que no tiene aún en su mano el título de constructores. Además, lágrimas en un Hamilton que acabó con su coche ardiendo y a saber si sus opciones de Mundial han terminado hechas cenizas.
Publicidad