Miles de pétalos de rosa caen sobre el altar de la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria, una auténtica lluvia de flores con la que la ciudad conmemora, desde hace ya 363 años, el día de la Ascensión del Señor.Las flores, cerca de cuarenta kilos, son donadas por los fieles días antes y arrojadas por varios voluntarios desde los respiraderos del techo. También es tradición que mientras los pétalos caen desde el cimborrio sobre la Sagrada Custodia, un grupo de niños rodeen el altar arrojándolos de nuevo hacia arriba, como si los devolvieran, en señal de gratitud. Precisamente los niños fueron la causa de que en 1850 el obispo Buenaventura Codina decidiera suspender el acto durante cuatro años.Esta singular ceremonia, única en toda España, es seguida cada año por numerosos fieles. Su peculiaridad ya ha conseguido que varias instituciones de la isla promuevan que sea declarada Bien de Interés Cultural.