El doctor Tomás Ruiz Albi es miembro del Comité de Expertos en materia de coronavirus de la Junta de Castilla y León y responde en directo a las preguntas de Matías Prats y Mónica Carrillo en Antena 3 Noticias Fin de Semana.
¿Qué tipo de secuelas se están encontrando ustedes?
Es un poco pronto para hablar de secuelas de tipo crónico en el coronavirus, ya que es una enfermedad que lleva con nosotros entre cinco y seis meses. Sin embargo, con los datos que tenemos, esperamos que un porcentaje de pacientes puedan tener secuelas crónicas. La que más nos preocupa es fibrosis pulmonar, que es una enfermedad que puede generar una pérdida de capacidad respiratoria en un futuro.
Lógicamente, si los pacientes durante la fase aguda han tenido complicaciones de tipo cardíaco o neurológico o estancias prolongadas en UCI, pueden tener secuelas debido a esas complicaciones.
También estamos viendo que hay una fase de convalecencia prolongada que les hace estar más cansados, pero en un periodo de cuatro a seis semanas suele mejorar el cuadro.
Además, nos preocupan las secuelas de tipo psicológica y emocional porque son pacientes que han pasado por un trauma fuerte y estamos viendo pacientes que encajan con sintomatología de estrés postraumático.
Lo importante es que seamos capaces de dar el apoyo profesional, pero también emocional, que necesitan estos enfermos en este momento.
¿Qué sabemos sobre cómo puede afectar el uso de aire acondicionado a la propagación del virus?
Tenemos que tener claro que el aire acondicionado doméstico no tienen riesgo de contagio. El problema puede venir en los sistemas que hacer recircular el aire porque pueden generar flujos de aire y que el virus se traslade a más metros de distancia. Por eso, es importante aumentar la tasa de renovación del aire, aunque sea menos eficiente. Si todos cumplimos con la normativa existente, la probabilidad de que el virus se pueda transmitir con el aire acondicionado es muy baja.
¿Tenemos que mentalizarnos de un posible rebrote en otoño?
Se barajan distintos escenarios que van desde que el virus pueda tener un fenómeno de extinción biológica, que es el que deseamos, hasta el otro extremo, que es pueda haber una segunda onda epidémica en otoño o invierno que pueda ser incluso peor que la primera, que nos obligue a confinarnos. También existe la opción de escenarios intermedios con pequeños brotes que se puedan controlar con medidas más locales. Nos tenemos que preparar para lo peor.