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PODRÍA PRODUCIRSE EN LABORATORIOS
El elemento químico más escaso del planeta, la gran promesa para curar el cáncer
El astato, un elemento radiactivo del que sólo hay 0,07 gramos en todo el planeta y que es adecuado para destruir las células cancerosas como un misil teledirigido.
Si hoy nos dieran superpoderes a los 7.085 millones de seres humanos y nos encomendaran perforar el planeta en busca del elemento químico astato, dejaríamos la Tierra completamente agujereada, pero entre todos no llegaríamos a llenar ni una miserable cucharilla de café.
El astato es el elemento más infrecuente del mundo. Se calcula que en un instante dado hay menos de 0,07 gramos en toda la Tierra. Una mosca podría llevar encima todo el astato del planeta.
Pese a ser un desconocido, es una de las grandes promesas de la medicina para vencer al cáncer. Dos de las formas en las que existe, el astato-210 y el astato-211, se pueden producir en laboratorio en cantidades ínfimas. El primero es útil si lo que se pretende es asesinar a un agente de la KGB, porque se descompone en polonio-210, el famoso veneno empleado para matar al teniente coronel ruso Aleksandr Litvinenko.
El astato-211, en cambio, puede salvar vidas: emite radiación de corto alcance, una propiedad ideal para construir con él misiles teledirigidos contra las células cancerosas.
El astato concentra su energía destructiva en 0,05 milímetros, la longitud de una célula cancerosa
El proceso es sencillo de explicar y muy complejo de ejecutar. Algunas moléculas, como los anticuerpos que forman parte de las defensas del cuerpo humano, se dirigen específicamente a las células de un tumor, aunque por desgracia suelen salir derrotadas. Pero si se les añade un elemento radiactivo, capaz de matar al enemigo, se obtiene una terapia contra el cáncer: los llamados radiofármacos.
El núcleo del enigmático astato-211 libera su energía en forma de chorros de partículas pesadas denominadas alfa. “Las partículas alfa son especialmente útiles para el tratamiento del cáncer, ya que depositan una gran cantidad de energía con un corto alcance, de aproximadamente 0,05 milímetros.
Es más o menos el diámetro de una célula cancerosa, así que toda la energía destructiva se concentra en la célula del cáncer adyacente y se hace poco daño a las células sanas más alejadas”, resume Ulli Köster, experto en radiofármacos del Instituto Laue-Langevin, en Grenoble (Francia).
Köster es miembro de un equipo internacional que acaba de desvelar una de las propiedades fundamentales del astato. Cualquiera que haya pasado por un instituto recuerda haber memorizado, o apuntado en una chuleta, la célebre tabla periódica de los elementos, con la cantinela de los halógenos: flúor, cloro, bromo, yodo y astato.
Unas pruebas con enfermos de cáncer comenzarán pronto en un hospital de Nantes (Francia)
El astato era el único elemento presente en la naturaleza del que se desconocía su potencial de ionización, la energía necesaria para arrancarle un electrón. Esta propiedad es fundamental para confirmar la estabilidad de los matrimonios que forma el astato con otras moléculas.
“La estabilidad de los enlaces químicos entre las moléculas que buscan al cáncer y su carga radiactiva son importantes para asegurarnos de que el astato-211 es transportado realmente a la célula cancerosa y no es liberado de manera incontrolada en el cuerpo humano”, explica Köster.
Muchos hospitales del mundo llevan a cabo tratamientos del cáncer similares, conocidos como braquiterapia, en los que se coloca un diminuto implante radiactivo cerca de las células cancerosas para destruirlas. Se emplea, por ejemplo, contra el cáncer de cuello de útero, de mama y de próstata. La ventaja del astato es que las partículas alfa que emite son 4.000 veces más masivas que las partículas beta procedentes de otros elementos radiactivos empleados habitualmente contra los tumores.
“Es un poco como la diferencia entre un cañón y una pistola de aire comprimido”, en palabras del químico estadounidense Lon J. Wilson, uno de los pioneros en el diseño de tratamientos con astato contra el cáncer. “La masa extra incrementa la cantidad de daño que las partículas alfa pueden infligir a las células cancerosas”.
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