Este descubrimiento acaba con la presunción de que estos mamíferos marinos contribuyen a incrementar el CO2 por medio de la respiración, indicó en un comunicado la autora, Trish Lavery, de la Universidad de Flinders en Australia del Sur.
Los cachalotes (Physeter macrocephalus) defecan hierro, lo que estimula el crecimiento del fitoplancton y su capacidad para atrapar el CO2, el principal gas de efecto invernadero responsable del calentamiento global. Cuando el fitoplancton muere, el dióxido de carbono atrapado se va al fondo del mar, en un proceso que consigue eliminar unas 400.000 toneladas de carbono de la atmósfera cada año.
La población de cachalotes perdida en los últimos años equivale a que no se eliminen unos dos millones de toneladas de CO2 anuales, según los cálculos de Lavery.
La investigación es una prueba más de la compleja interacción natural entre los ecosistemas marinos y terrestres, y demuestra la necesidad de prohibir de inmediato la caza de cetáceos, opina la experta. Los cachalotes, parientes de las ballenas y los delfines, llegan a medir hasta 20 metros de largo y se distinguen por sus protuberantes cabezas, que llegan a medir un tercio de la longitud total del animal.
Lavery, que iniciará un doctorado en el que ahondará sobre sus investigaciones de los cachalotes, ha publicado el estudio en la última edición de la revista científica, Proceedings of the Royal Society, Biological Sciences.