El Toro de la Vega de Tordesillas, de nombre 'Volante', ha sido abatido esta mañana durante el polémico festejo desarrollado en dicha localidad vallisoletana, donde la controversia se ha extendido incluso a la hora de proclamar al autor de su muerte material, ya que el astado ha sido herido por un lancero a pie pero el animal ha sido más tarde rematado por caballistas.
Ante ello, el Patronato del Toro de la Vega ha declarado nula la proclamación del vencedor y, a cambio, ha otorgado el reconocimiento de 'Lancero Notorio' a Sergio Sacristán Cantalapiedra, vecino de La Seca.
A éste le atribuye el primer lanzazo serio infligido en la zona de La Josa a 'Volante', de 622 kilos y perteneciente a la ganadería de El Ventorillo, si bien el animal ha logrado huir para ser rematado por varios caballistas, todavía dentro de la zona hábil, en las cercanías del puesto de la Cruz Roja.
Con carácter previo al inicio del festejo, que ha tenido lugar a las 11.00 horas, un grupo compuesto por cerca de un centenar de opositores al mismo, fundamentalmente miembros de distintos colectivos ecologistas y conservacionistas, se han concentrado ante el cajón del camión donde aguardaba 'Volante' el pistoletazo de salida con el fin de impedir, sin éxito, su celebración, ante lo cual han sido finalmente desalojados por la Guardia Civil.
El Toro de la Vega, torneo declarado de Interés Turístico Regional desde 1980, congrega todos los años en dicha villa a cientos de lanceros, unos a caballo y otros a pie, que pugnan por dar muerte al astado antes de que éste traspase los confines de la vega.
Este torneo se celebra desde hace siglos y es considerado como uno de los rituales taurinos más antiguos y únicos de España. En concreto, la primera referencia escrita a los festejos taurinos en la Vega aparece hacia el año 1534 en el libro de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Santiago Apóstol de Tordesillas.
Son miles de personas, en esta edición más de 30.000, las que cada año asisten a Tordesillas a presenciar un espectáculo que provoca el rechazo de numerosos grupos ecologistas y antitaurinos y de distintas formaciones políticas, y todo ello frente a la defensa "a ultranza" que de dicho evento realizan los vecinos de la villa, que lo consideran "una tradición".