Este pasatiempo nació en Estados Unidos y cada vez cuenta con mayor número de seguidores en nuestro país. Estamos rodeados. Ya hay ocultos en todo el mundo cerca de un millón de objetos a la espera de ser localizados.
Bien camuflado en una piedra del muro, con una combinación secreta, debajo de una cabina. O incluso, como buen botín, oculto en el fondo del mar. El ingenio de los aficionados al Geocaching parece tener pocos límites.
Hay dos formas de disfrutar de esta afición: una es ocultando objetos en distintos lugares. Lo sabe bien Jesús, que ha escondido más de 600 por toda España. Estos cachés, así los llaman los aficionados, tienen simplemente algún pequeño obsequio y un registro.
Lo importante, además de anotar bien sus coordenadas, es disfrutar de la experiencia. "Uno oculta un caché -explica Jesús Morera, presidente de Geobuscadores Españoles Asociados- para compartir con los demás un lugar que le gusta, un escenario, un sitio"
La otra cara del Geocaching es la búsqueda. Sólo en España hay más de 4 mil objetos por localizar. Un millón en todo el mundo. Gonzalo es otro experto que transmite su pasión a su hija. Este pasatiempo quizá es poco conocido porque requiere de un virtud nada de moda.
"Total discreción -comenta Gonzalo Arenas, geocacher- hay que ser prudente para que no te vean mientras ocultas el caché y que no te lo quiten". Lo dicho, piratas del siglo 21 o arqueólogos sin látigo ni sombrero, con sólo un GPS y mucha intuición.