Me acabo de atragantar
con el 'earl grey' viendo el quinto capítulo
de 'Los Bridgerton'. Si cualquiera
hubiese entrado en el salón en ese momento pensaría que estaba viendo una
película porno. Sexo en el periodo de regencia del Reino Unido entre dos
aristócratas altamente atractivos -sobre todo él- Una, blanca blanquísima, otro
negro y de fondo versiones acústicas de canciones pop. Si eres la única persona
que no ha oído hablar o no ha visto la serie, ya te vas haciendo una idea.
A la
serie le sobra simpleza, inmadurez y brilli brilli y le falta flema británica,
te y Maggie Smith para poder entrar en el olimpo de lo que Miguel López-Neyra bautizó
como 'cine de tacitas' en la revista 'Jotdown': “Son películas para sentirse elegante y sucumbir al dulce embargo de
las sutiles emociones”. No está Shonda Rhimes, la creadora de Anatomía de Grey y responsable también
de Los Bridgerton, para sutilidades.
Dios salve a Jane Austen y a Julian Fellowes.
La serie presenta un triángulo
aristócrata interpretado por actores negros que solo podría existir en esta
fantasía, en realidad estaban luchando por dejar de ser esclavos. Si a eso
añadimos una banda sonora anacrónica, Los
Bridgerton resulta un potaje-fusión formidable. En la segunda temporada -se
espera para finales de este año- los guionistas están valorando llevar a Daphne
Bridgerton a Wimbledon con bubucelas.
Este jueves en la
videollamada semanal con mis amigas vuelve a salir la serie de marras. En un
minuto se nos ocurren infinidad de dramedy de tacitas que merecen la pena. A
saber: 'Downton Abbey', 'Retorno a
Brideshead', 'Regreso a Howard End', 'Sentido y sensibilidad', 'Orgullo y prejuicio', 'Emma'... "Por dios, si quieres ver unos buenos polvos históricos ponte Roma", concluye una de ellas.
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Instagram en @gabrielafresan)