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HORA Y MEDIA DE ESPECTÁCULO
Bruno Mars brilla como un diamante de 24 kilates en Madrid
Soul, funk, r&b y hip hop se han aliado en una fiesta colectiva sin apenas respiro que multiplica por tres los medios económicos y elementos de su anterior tour y que resulta en una apoteosis veloz y apabullante.
En un mercado de estrellas pop cada vez más efímero y huérfano de sus iconos, la puja del joven Bruno Mars reluce en noches como la de este lunes en Madrid como un diamante de 24 kilates que él mismo se ocupa de pulir con vehemencia creciente, empeñado en brillar entre los más grandes.
Ante el aforo completo del WiZink Center de la capital (conocido popularmente como Palacio de Deportes), el estadounidense ha ofrecido una demostración de poder que escenográficamente ha jugado con todos los colores del espectro, pero que en lo musical ha reivindicado el negro, con Prince en la memoria. Soul, funk, r&b y hip hop se han aliado en una fiesta colectiva sin apenas respiro que multiplica por tres los medios económicos y elementos de su anterior tour y que resulta en una apoteosis veloz y apabullante, la cual, en su afán por epatar, pierde en algunos momentos la importancia de los matices.
Ya lo avisaban los mensajes con los que, a las 21,10 horas, ha arrancado la primera canción, "Finesse": "It's bout to get hot and sweaty", es decir, "se trata de calentarse y de sudar", misión conseguida con un pabellón que prácticamente no se ha sentado en la hora y media de espectáculo. La primera mitad de "24K Magic World Tour" lo protagoniza casi por entero el disco que le da nombre, un álbum más decididamente funky y con menos concesiones al pop que, pese a su fuerte arranque comercial, no alcanzó los registros de sus predecesores (aún así, colocó 1 millón de copias en poco más de un mes). No por ello se ha resentido su carrera en el escenario.
De hecho, el músico hawaiano de origen puertorriqueño (su nombre real es Peter Gene Hernandez) vive una época muy dulce tras labrarse la reputación de un directo muy sólido y eso le permitió despachar un millón de tickets en todo el mundo en 24 horas. La fiebre por Bruno Mars también afectó a España, donde, en medio de denuncias en contra de la reventa, se colgó el cartel de "no hay entradas" en menos de dos horas para sus conciertos en el país, esto es, 33.000 localidades entre las de hoy y las del show que ofrecerá el viernes en Barcelona. Atrás quedan los tiempos en los que, según declaró, tuvo que dormir en la parte trasera de una limusina tras el divorcio de sus padres.
Con 5 premios Grammy, ahora es a él a quien recogen los coches de lujo, un espíritu de fiesta y derroche que empapa esta gira. Niños, modernos con chupa de cuerpo y clásicos con zapato castellano han confluido hoy en el mismo espacio para disfrutar de su última apuesta junto a The Hooligans, una banda que incluye sección de viento y que canta, toca y baila casi con la misma energía que su estrella todoterreno. Gracias a ellos refuerza el imprescindible componente lúdico y cómplice de un espectáculo coreografiado hasta la extenuación, que no por ello deja de resultar fresco (por ejemplo al avanzar a culetazos en "Perm").
También juega un papel importante su escenario, inicialmente desnudo, pero que estalla en toda la gama de colores y acaba cobijando petardos, fuegos, plataformas ascendentes y estructuras arquitectónicas que se descuelgan del cielo, como un gigantesco neón con forma de 24 en números romanos.
Todo ello hace que el conjunto sonoro y visual resulte tan apabullante que sea tarea difícil distinguir no solo algunos de sus memorables arreglos, por ejemplo los sintetizadores de "24K Magic", sino la propia voz de Bruno Mars, perdida entre la masa. Habrá, además, quien se haya quejado esta noche de un repertorio en el que no han sonado ni "Billionaire" (la canción por la que se dio a conocer), ni "Gorilla", "Moonshine" o "The Lazy Song", o de que el único tema pendiente de su último disco haya sido aquel que él mismo señaló como el mejor que había escrito jamás: "Too good to say goodbye".
Entre las que sí han sonado cabe destacar el homenaje a Prince que constituye "Calling All My Lovelies", con sus ramalazos psicodélicos, así como "Versace on the Floor", colofón de la primera parte bajo una pauta r&b tan orgullosamente retro que en su puesta en escena no ha carecido ni de humo.
Tras unas versiones de "Marry You" y "Runaway Baby" hiperaceleradas, Mars ha vuelto a concentrar suspiros con la romántica "When I Was Your Man" en un derroche vocal, a tiempo para convertir "Grenade", con la guitarra eléctrica al cuello, en una invocación del metal ochentero a lo Europe. La infalible triada final ha corrido a cargo de "Locked Out of Heaven", la optimista "Just the Way You Are" y su exitoso "Uptown Funk", que han puesto al público de Madrid a batir palmas en honor de un astro cada vez más rutilante.
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