Modelo de éxito, cantante, exprimera dama francesa y madre, Carla Bruni-Sarkozy cumple 50 años con nuevos proyectos en su carrera discográfica y una nueva relación con su cuerpo, consciente de que en su día le sirvió como instrumento de trabajo.
"Cuando tenía 20 años, mi físico me pertenecía. Ahora se me escapa", dijo recientemente la italiana, que pese a su modestia demostró el pasado septiembre en el homenaje de las "top" de los noventa a Gianni Versace que aún puede acaparar con orgullo la atención mediática.
Junto con Claudia Schiffer, Cindy Crawford, Naomi Campbell y Helena Christensen, Bruni encarnó la época dorada de las supermodelos y dejó su impronta durante una década en las pasarelas, donde debutó con 19 años.
Pero la italiana, que todavía ahora afirma hacer al menos una hora de ejercicio diario, estaba más predestinada de pequeña al mundo de la música que al de la moda, tras haberse criado en un ambiente a la vez privilegiado y melómano.
Bruni nació en Turín el 23 de diciembre de 1967, criada como hija de un rico industrial, compositor en sus horas libres, y de una pianista, aunque años después, la madre revelaría en una autobiografía que el padre de Carla fue el hijo del que en aquella época era su amante.
Hermana pequeña de la actriz Valeria Bruni Tedeschi y de Virginio -cuya muerte por sida llevaría a la entonces primera dama de Francia a convertirse en embajadora mundial contra esta enfermedad-, cuando Carla tenía cinco años, su familia se mudó a Francia huyendo de las amenazas de las Brigadas Rojas.
Tras formarse en internados privados en Suiza y Francia y comenzar arquitectura, estudios que abandonó, su físico privilegiado y su mirada felina la llevaron a probar suerte en la moda, donde todavía se hoy adentra de forma esporádica como imagen publicitaria de prestigiosas marcas.
En aquella época acaparaba las portadas tanto por su cuerpo como por sus historias sentimentales. Los músicos Eric Clapton y Mick Jagger, el actor Vincent Perez y el filósofo Jean-Paul Enthoven fueron algunas de sus parejas hasta que abandonó a este último por su hijo, Raphaël, con quien en 2001 tuvo a su primer vástago, Aurélien.
En la novela "Rien de grave", publicada en 2004, Justine Levy acusó a Bruni de haberle robado a su entonces marido. Aunque como compositora firmó en 1999 el álbum "Si j'étais elle", de Julien Clerc, su primer disco como cantante no llegó hasta 2002, cuando con "Quelqu'un m'a dit" su voz, dulce, susurrante y ligeramente rota, encandiló al público.
"No promises" (2007), "Comme si de rien n'était" (2008), "Little French Songs" (2013), "À l'Olympia" (2014) y "French Touch", lanzado en octubre pasado, completan su discografía.
De forma paralela, Bruni ya había protagonizado su reconversión vital más destacada, la que la llevó de las pasarelas y los escenarios al Palacio del Elíseo, gracias a su romance y posterior matrimonio con Nicolas Sarkozy. Las primeras imágenes de la pareja fueron difundidas en 2007, poco después del divorcio del mandatario, que estaba a su vez recién llegado al Elíseo. Bruni contó años después que para seducirle intentó impresionarle enseñándole la letra de algunas canciones que había compuesto.
Sus apariciones en el palacio presidencial y en los viajes oficiales deleitaron a los medios, en los que su vestimenta siempre fue meticulosamente escudriñada. "Fue un honor estar (allí) y, sin embargo, un alivio irse", señaló en septiembre en la revista "Vanity Fair" sobre esa etapa, que se acabó cuando Sarkozy fue derrotado en 2012 por el socialista François Hollande. Aunque Bruni defendió que el político se presentara a un segundo mandato y desde que está con él se ha declarado "ultra sarkozista", en sucesivas entrevistas ha dejado claro que se siente más cómoda lejos del poder.