Botafumeiro
La Catedral de Santiago desvela cómo se restauró el ingenio de uno de sus símbolos
En 2024, como parte de un proceso de conservación y restauración del patrimonio de la Catedral, se completó una intervención integral en el mecanismo que permite el funcionamiento del botafumeiro. Un trabajo que permitió revivir la antigua gloria de este singular artefacto.

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La Catedral de Santiago de Compostela es un monumento emblemático no solo por su majestuosa arquitectura, sino también por su legado litúrgico y cultural. Dentro de sus muchos símbolos, el botafumeiro destaca por su espectacular vuelo pendular, un ritual que ha acompañado a los peregrinos durante siglos.
El botafumeiro es una de las maravillas mecánicas más antiguas de Europa. Su diseño original, ideado por el aragonés Juan Bautista Zelma en 1602, sigue en funcionamiento hoy, casi cuatro siglos después. Esta impresionante estructura, que permite al botafumeiro balancearse por las naves de la catedral a velocidades de hasta 68 km/h, necesitaba una intervención a fondo para asegurar su correcto funcionamiento.
Se mueve gracias a un sistema de tambores y un eje que permiten su vuelo pendular. Dos tambores de madera, uno más pequeño y otro más grande, están unidos por un eje de madera que gira sobre un eje central de hierro. Los tambores están conectados a una cuerda que es manejada por los tiraboleiros, quienes la tiran para generar el impulso necesario. El tambor más grande contiene la cuerda que sostiene el botafumeiro, mientras que el tambor más pequeño sirve para regular la fuerza y el movimiento. Al tirar de la cuerda, los tambores giran y el botafumeiro se lanza hacia adelante, realizando su característico vuelo oscilante a través del crucero de la catedral.
Para entender el alcance de la restauración, Jesús Puente, el mecánico encargado de la reparación, nos explica que "al desmontar todo el mecanismo se apreciaron desajustes importantes en los dos tambores. Corregimos esos desajustes con nuevo encolado y la sustitución de los clavos torcidos y oxidados, restaurando también las tablillas que conforman el tambor". El trabajo de restauración no solo implicó la reparación de los tambores de madera, sino también la mejora del eje de hierro, que estaba descentrado, lo que provocaba vibraciones que interferían en su funcionamiento.
Los expertos descubrieron que el mecanismo había sido realizado mayoritariamente en maderas de nogal y castaño, lo que le confería gran resistencia pero también sometía a las piezas a un desgaste considerable. Rubén González, carpintero que formó parte del equipo, traslada que "la parte exterior del tambor pequeño estaba desgastada por el roce de la cuerda, y en ese punto había una intervención anterior donde se había sustituido un lateral con una madera que no era la original". Además de restaurar la madera, se realizó un importante trabajo en los cojinetes de hierro y el eje, lo que requirió fabricar piezas nuevas de bronce para asegurar la estabilidad de todo el mecanismo.
A lo largo del proceso, la restauradora Mercedes Cortázar destacó la importancia de recuperar la policromía original, un aspecto esencial para mantener la autenticidad del botafumeiro. "Las características de la policromía original de 1604 eran muy similares a las que encontramos en la restauración de la capilla mayor y el cimborrio", explicó. Durante la intervención se descubrió una capa de pintura que databa de 1776, la cual fue conservada para dar el aspecto más cercano al original, eliminando las capas posteriores que habían sido aplicadas sin la calidad técnica necesaria.
Además de la intervención técnica, también se realizaron estudios sobre la mecánica del botafumeiro. Los cálculos precisaron los esfuerzos que soportan los tambores durante su funcionamiento y cómo estos esfuerzos habían causado la rotura de algunos discos. La restauración incorporó discos de refuerzo para distribuir las tensiones de manera más uniforme, lo que permitió un movimiento más suave y controlado del gigantesco incensario.
Una vez restaurado, el botafumeiro fue probado rigurosamente en su estructura original, situada en el crucero de la catedral. Pablo Fraga, experto en carpintería metálica, señaló que "la parte más complicada fue el eje, que estaba muy doblado. Sin embargo, logramos enderezarlo y ajustarlo para que el mecanismo pudiera seguir funcionando perfectamente".
Finalmente, después de meses de trabajo y dedicación, el botafumeiro volvió a su lugar en la tradición. Cada vez que se pone en marcha, el botafumeiro no solo cumple su función litúrgica, sino que se convierte en un símbolo de la perseverancia y el arte medieval que se ha conservado a lo largo de los siglos.
En el momento en que el botafumeiro es lanzado, ocho tiraboleiros se alinean para hacer posible su vuelo. Se utiliza durante las principales solemnidades litúrgicas de la catedral, como las misas más importantes, las festividades jacobeas y especialmente el 25 de julio.
El vuelo del botafumeiro es uno de los mayores atractivos para quienes visitan la catedral, y su restauración no solo ha devuelto la funcionalidad a una pieza clave de la Catedral, sino que ha asegurado que siga siendo un símbolo vibrante de la tradición jacobea.
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