La villa salmantina de Mogarraz, una de las pocas juderías conversas al cristianismo y Conjunto Histórico Artístico, ha "resucitado" los rostros de 388 vecinos de los años sesenta con una exposición, donde los lugareños miran al visitante desde la fachada de la casa que habitaron.
Se trata de una obra del afamado pintor salmantino natural de Mogarraz Florencio Maíllo, que ha querido colgar por las calles del pueblo un instante del otoño de 1967, cuando el alcalde de entonces retrató a todos los habitantes para que tuvieran la foto-carné necesaria para sacarse el DNI.
Este archivo gráfico ha sido la base de su inspiración durante cuatro años de trabajo, donde todos han sido retratados sobre unos lienzos gigantes de chapa, que ahora se lucen en las fachas de todas las viviendas. "Es como si los vecinos hayan vuelto a tener vida y, en realidad, así es, ya que su recuerdo, ahora más que nunca, aflora entre nosotros", reconoce la alcaldesa de la villa, Concepción Hernández.
Los rostros ajados de los arrieros de Mogarraz, la estampa típica de una mujer serrana, siempre con el pelo recogido y con la saya en ristre, son los denominadores comunes de estas 388 pinturas en las que no falta nadie. Ni siquiera el rostro agrio del maestro, don Florencio Guzmán "Castelar", o la faz dulce del posadero, El Tío Ambrosio, o las manos curtidas del zapatero, El Tío Agapito.
Entre el tintineo de las albercas y los caños que abundan por calles como El Humilladero, La Cancilla o Cabo La Aldea, el visitante descubrirá, entre cuadro y cuadro, un sinfín de motivos marianos y dominicos, tallados en los dinteles de las casas por una población judía que es el la base del un pueblo que hoy mira con celo su pasado y con un futuro basado en la agricultura ecológica y el turismo de naturaleza y piedra.