La pandemia de coronavirus ha puesto nos ha obligado a confinarnos en casa y solo poder salir una hora al día, pero, a la vez, nos ha permitido conocer a las personas que viven más cerca de nosotros y que eran desconocidas para nosotros. Por eso, este cuento está dedicado a todos esos vecinos y vecinas a quiénes les cambiábamos el nombre y ahora podemos llamarlos sin temor a equivocarnos.
El cuento de hoy: 'Los nombres'
"Aquí yacen los dragones".
La configuración de nuestros rasgos, la sonrisa bobalicona, el pelo ralo… Prefiguran un nombre. Uno viene al mundo con las facciones inequívocas de un Alfredo, con el labio inferior grueso de los Simones o la expresión estupefacta de los Marcos.
Los Danis, tan rubios; los meticulosos Alejandros o las Isabeles, incapaces de matar una mosca: todos traemos preasignado un nombre. De la habilidad de nuestros padres dependerá que el que no den coincida con el que en justicia nos corresponde.
Porque, ¿Quién no ha llamado alguna vez Luis a un Alberto? ¿Quién no le dijo Pablo a un Ramón? No es nuestra memoria la que se equivoca en tales ocasiones: fueron sus padres al nombrarles.
La exacta correspondencia entre el nombre otorgado y el nombre que biológicamente traemos impreso garantizará una existencia feliz. Por el contrario, un desacuerdo entre esos dos niveles conducirá a una quiebra íntima, y dará como resultado una existencia desgraciada, infeliz.
Se sabe de un Jorge al que llamaron grandilocuentemente Hernando, y nunca fue nada en la vida. También de una Margarita a la que llamaron Luisa: fue desdichada en amores. Pero nunca nadie tuvo una existencia tan exacta, tan merecida, como la de un Juan al que llamaron Juan.
Escena 1
La configuración de nuestros rasgos, la sonrisa bobalicona, el pelo ralo… Prefiguran un nombre. Uno viene al mundo con las facciones inequívocas de un Alfredo, con el labio inferior grueso de los Simones o la expresión estupefacta de los Marcos.
Escena 2
Los Danis, tan rubios; los meticulosos Alejandros o las Isabeles, incapaces de matar una mosca: todos traemos preasignado un nombre. De la habilidad de nuestros padres dependerá que el que nos den coincida con el que en justicia nos corresponde.
Porque, ¿Quién no ha llamado alguna vez Luis a un Alberto? ¿Quién no le dijo Pablo a un Ramón? Cuando ocurre esto, no es nuestra memoria la que se equivoca, se equivocaron sus padres al colocarles ese nombre.
Escena 3
Si hay una correspondencia exacta entre el nombre otorgado y el nombre que biológicamente traemos impreso, esto garantizará una existencia feliz. Por el contrario, un desajuste entre esos dos niveles conducirá a una rotura o fractura en lo más íntimo, y dará como resultado una existencia desgraciada.
Se sabe de un Jorge al que llamaron grandilocuentemente Hernando, y nunca fue nada en la vida. También de una Margarita a la que llamaron Luisa: fue tan desdichada en amores. Pero nunca nadie tuvo una existencia tan feliz, tan completa y merecida, como la de un Juan, sí un Juan, al que llamaron Juan.
FIN
Porque cuando termine el confinamiento tengamos un vínculo que nos permita llamarnos por nuestros nombres verdaderos.
Cada día de la cuarentena te contaremos un nuevo cuento. Mañana uno para los niños y niñas que han dicho su primera palabra en medio de la pandemia. ¡No te lo pierdas!
#CuentosEnCuarentenaA3N
Narradora: Eva Llamazares, exalumna de La Escuela de Cuentacuentos.
Título:' Los nombres'.
Autor: Fernando León de Aranoa.