"Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con paciencia, desdén o ironía". Octavio Paz.
El origen del Día de Muertos es algo incierto. Se remonta al año 800 a.C. en un festival celebrado entre los aztecas durante los meses de julio y agosto, para celebrar el final de la cosecha de maíz, frijol, garbanzo y calabaza, que formaban parte de la ofrenda a la diosa Mictecacihuatl.
En algunas regiones mexicanas, se cree que el 28 de octubre bajan los muertos por accidente y el 30 aquellos que están en el limbo por no haber sido bautizados.
Muchas familias construyen en sus hogares un altar para los espíritus y rendir así homenaje a los parientes fallecidos. La decoración incluye flores, fotografías y la comida y bebida preferida de los difuntos.
Los mexicanos piensan que el quemar velas e incienso ayuda a los muertos a encontrar el camino a casa y les dejan preparados cigarrillos y una toalla junto a un recipiente de agua por si quieren tomar un baño. A los más pequeños se les compra juguetes.
Las tumbas se arreglan con una capa de pintura, se podan las malas hierbas de alrededor y se colocan coronas de flores.
Esta fiesta, que posteriormente se denominó como el 'Día de Muertos', se celebraba durante un mes entero.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a América en el siglo XV, quedaron aterrados por las prácticas paganas de los indígenas. En un intento de convertir a los nativos americanos al catolicismo, movieron el festival hacia fechas en el inicio de noviembre para que coincidiesen con las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas.
No obstante, debido a la globalización, Halloween ha pasado a celebrarse en México la noche del 31 de octubre. Las calles se llenan igualmente de niños disfrazados, esqueletos, brujas, vampiros y hombres lobo, cuya única finalidad esa noche es la de aterrorizar a la gente.
A diferencia de Estados Unidos, donde la mayoría de los disfraces se compran, en México suelen hacerse a mano.
Asimismo, el ir de casa en casa pidiendo el tradicional 'dulce o truco', los mexicanos lo han cambiado por el 'quinto para mi calavera'. Es decir, en lugar de dulces, se pide dinero. Los niños llevan una calavera hecha de papel o plástico y en lugar de pedir el dinero o dulces por las casas, salen a la calle a pedírselo a los peatones que hay por la calle.
En cuanto a las decoraciones, en México te encuentras tanto las tradicionales ofrendas, como con los hogares engalanados en telarañas y calabazas.
Todo un escenario de decoraciones cuya finalidad es recordar a los que ya no están, tratando de pasar la noche más terrorífica del año.
CELEBRACIONES EN AMÉRICA DEL SUR
En Guatemala, cada 1 de noviembre, miles de ciudadanos visitan la población indígena de Santiago Sacatepéquez, famosa por su tradición de elevar gigantescos barriletes al cielo, en conmemoración del Día de Difuntos.
En Perú la leyenda asegura que las almas de los muertos regresan durante esas fechas para disfrutar de las ofrendas que sus seres queridos les dejan. En la ciudad de El Alto de Bolivia, se coloca un altar nutrido de panes, bollos y dulces con forma de muñecos para honrar a los difuntos.
En Haití también tienen una celebración diferente denominada el "Fet Gede" o "Día de todas las Almas", que se conmemora el 1 y 2 de noviembre.
Todos los participantes salen a la calle vestidos de rojo y negro, colores representativos de los espíritus de sus antepasados, y acostumbran a ir caminando hasta el cementerio para participar en un rito sagrado de vudú y ofrendar café, pan, maíz o ron al pie de las cruces.