Las "Mil formas a la conquista del espacio" con las que la ciudad
le rinde homenaje hasta el 11 de septiembre en el espacio Miramar y hasta el 25
de ese mes en la Villa Domergue y al aire libre, diseminan más de 200 obras y
encuentran al visitante, en sus propias palabras, casi por sorpresa.
"Me gusta que alguien que no está preparado para ver arte
contemporáneo intente dialogar con él, aunque no le guste, que intente ver qué
hay allí, aunque lo rechace", explica en entrevista con Efe Gabarrón
(Mula, 1945).
Sesenta y siete esculturas monumentales en el exterior y otras 41 en
interiores, más de 80 cerámicas y nueve lienzos de gran formato, incluido el
inédito "El retablo de Caín", permiten adentrarse en un universo
inspirado "en las cosas más normales del mundo: amor, odio, guerra, amistad,
muerte y vida".
Para el comisario de la exposición, Frédéric Ballester, su trabajo,
"esencialmente español", "es en el siglo XXI una especie de
síntesis de todos los grandes movimientos, sea el cubismo o las abstracciones
de los años 50 o 60", con una riqueza de colores procedente "tal vez
de una idea cercana al pop art estadounidense".
Ese imaginario, que según Ballester surge del lienzo, y la serie exterior
"mucho más vegetal", como "Atlanta", forman parte de la
programación que Cannes dedica este verano a "Los colores de España",
en la que se incluye otra exhibición sobre Salvador Dalí.
El proceso creativo de uno y otro es "totalmente diferente",
admite Gabarrón, pero ambos comparten la preocupación de "llegar al máximo
de gente posible".
Conocido por su participación en eventos internacionales, como el mural que
hizo para los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, el creador murciano dice
sentirse más cómodo en los formatos grandes, y enviar su mensaje con las formas
y la fuerza del color.
Tras más de 50 años de carrera, explica que aunque su obra ha evolucionado
para centrarse en la simplicidad, sigue girando en torno a las mismas ideas:
"Una especie de grito, de oponerse a todo lo que ocurre en el mundo que te
rodea" y que desde su punto de vista "está mal".
Sus pinceladas en Cannes incluyen el "Homenaje al cine, con Camilo
José Cela al fondo", una escultura de acero y fibra de vidrio que instaló
en la pasada edición del Festival cinematográfico y que rinde tributo al Premio
Nobel español.
Aunque está satisfecho con el montaje y con el reflejo que la retrospectiva
de sus obras lanza sobre sí mismo, Gabarrón procura verlo "con una
frialdad muy grande", porque "corregiría casi todas" si lo
observara con emotividad.
"La autocrítica es necesaria siempre. No ahora, cuando estás viendo la
obra, sino cuando la estás haciendo y sobre todo cuando la has dado por
terminada. Es muy difícil decir cuándo terminas, si realmente aporta algo o
no", explica a Efe.
Afincado desde 1983 en Nueva York, ciudad a la que llegó con la intención
de ver otras culturas y de cómo dialogar con ellas, el artista dice atravesar
en estos momentos un "periodo de reflexión" tanto sobre sí mismo como
sobre lo que hacen los demás.
Pero Gabarrón, que lamenta que en España haya "muy poca preocupación
por la cultura", tanto por parte de los políticos como de la sociedad
-"que es consumista y en caso de que le interese algo le interesa el
artista propiciado por la economía"- no se plantea la retirada.