El Museo del Prado reúne en una sala hasta el próximo 12 de enero de 2020 once obras que forman parte de la donación del coleccionista Hans Rudolf Gerstenmaier, un alemán que vino a España a principios de los años 60 para "conquistar el mundo", tal y como ha explicado el propio empresario.
Entre esas obras se encuentran artistas como Darío de Regoyos, Ignacio Zuloaga, Hermen Anglada-Camarasa, Eduardo Chicharro, Joaquín Mir o Juan de Echevarría, que vienen a rellenar "algunas carencias" del Prado respecto a este periodo, según ha señalado el presidente del Patronato, Javier Solana.
Además de las obras de estos pintores, también se incluyen otros autores como Joaquín Sorolla, Aureliano Beruete o Agustín de Riancho, de los que sí se contaba ya con obra suya --aunque por ejemplo en el caso de Beruete, la pinacoteca no tenía ningún ejemplo de sus paisajes alpinos--.
De Regoyos se incluye 'Alrededores de Bruselas' y 'El pino de Béjar', muestras de dos etapas distintas de iniciación y madurez; Zuloaga está presente con 'Una manola', con influencias del Greco, mientras que Anglada-Camarasa está representado con 'Interior de un café-concert'; Mir ('Torre Solà. Montornès'), Chicharro ('Bayaderas indias') y Juan de Echevarría ( 'Familia gitana' y 'Mariquiña de Valle-Inclán') completan la donación.
"Nunca pensé que las pinturas que tenía acabarían en el Prado", ha explicado Gerstenmaier, quien ha recordado su historia de 'hombre hecho a sí mismo'. En el año 1962, llegó a Barcelona desde Alemania haciendo autostop y "con 1.000 pesetas en el bolsillo", en busca de oportunidades.
"Todo el mundo me dijo que estaba loco, que qué hacía yendo a España cuando donde se triunfaba de verdad era en Alemania", ha indicado el coleccionista. Tras dar varias vueltas a negocios, empezó con una empresa de recambio para coches y dos empleados, que en apenas diez años ya había pasado a tener 150 trabajadores y "hacer mucho dinero". Fue precisamente en los años 70 cuando comenzó su colección, de la que no ha querido desvelar el número de obras. En cualquier caso, sí ha dejado claro su interés de que acaben en lugares como el Museo del Prado, puesto que "los cuadros no deben estar nunca escondidos en una casa".
El coleccionismo, "un veneno"
"El coleccionismo es lo más bonito que puede haber, pero hay que tener mucho cuidado porque te puedes envenenar", ha comentado con humor Gerstenmaier, quien además ha hecho un guiño a la importancia de la Unión Europea. "Yo me aproveché de su potencial y creo que está a los pies de los jóvenes, para darles oportunidades", ha defendido.
En esta misma línea 'europeísta' se ha mostrado el propio Solana, quien ha resaltado que esta donación es el resultado de "un europeo que ha venido a España a dar sus cuadros a otro museo europeo". "Es una donación extraordinaria y significativa que se integrará con total naturalidad en la colección", ha concluido.