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TRAS UNA EXHAUSTIVA RESTAURACIÓN
'El expolio' de El Greco reluce en el Museo del Prado
El museo madrileño ha ubicado 'El expolio de Cristo' junto a otras pinturas del artista cretense, convirtiendo la sala donde se muestra en una de las más espectaculares. Allí permanecerá mientras concluye el acondicionamiento de la sacristía de la Catedral de Toledo, lugar para el que fue concebida la pieza.
Tras su exhaustiva restauración en el Museo Nacional del Prado, la obra 'El expolio de Cristo' de El Greco brilla ahora en esta pinacoteca, donde permanecerá cerca de un mes, antes de regresar a la catedral de Toledo, lugar para el que fue concebida la pieza. De esta forma, el Prado enriquecerá temporalmente su colección de El Greco con la incorporación de una importante obra del artista procedente de Toledo.
Se trata de una de las composiciones más significativas del pintor cretense, según han destacado durante su presentación ante los medios Leticia Ruiz, jefe del Departamento de Conservación de Pintura Española (1500-1700) del Museo del Prado, y Rafael Alonso, restaurador del museo. 'El expolio', que fue realizada para el sagrario de la catedral de Burgos, ilustra el momento en el que Jesucristo, culminada su ascensión al Monte Calvario, es despojado de sus vestiduras antes de ser clavado en la cruz.
En palabras de Ruiz, esta pintura, realizada entre 1577 y 1579, tuvo que "deslumbrar" en su momento, ya que muestra a Jesucristo rodeado de "un elenco de cabezas que muestra una capacidad compositiva inaudita". En esta composición, el espacio tradicional se ha comprimido para transmitir al espectador el acoso físico y moral que padece el protagonista y precisamente la intensa expresividad de las cabezas muestra la altura artística del pintor, según han indicado los restauradores.
Rafael Alonso ha destacado que el estado de conservación es "excepcional", en lo que ha podido influir el empeño de su autor por protegerla, según indica. Además, el tablero sobre el que reposa es firme y "casi no ha viajado ni ha sido manipulado". De hecho, la tela es la original y a ella solo se han añadido los bordes para afianzar su estabilidad. Esto se debe a la calidad del tejido, usado también para manteles de mesa y cuya textura se aprecia en todo el cuadro.
El principal reto al que se enfrentaron los restauradores fue la suciedad depositada, algo "lógico", pero que contribuyó a que la pintura tuviese un aspecto "plano" y que los colores estuvieran "amortiguados", lo que tenía como consecuencia que no se apreciaran los volúmenes. El trabajo fue "duro", señala Alonso. No tanto por su dificultad física, sino por la importancia de la luz y el color, verdaderos protagonistas en la composición de esta obra. "Cuando limpiamos la suciedad aparecieron los colores como si fueran piedras preciosas", ha revelado.
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