El Juli y Perera demostraron en Olivenza el poder que una muleta bien manejada puede ejercer sobre las embestidas de un toro. Ambos toreros hicieron un alarde de mando y autoridad ante un encierro de Garcigrande/Domingo Hernández al que se impusieron con una sobrada capacidad.
El Juli abrió su temporada española cortándole las dos orejas al primer toro al que se enfrentaba en público. Sin acusar, aparentemente, las secuelas del grave accidente de tráfico sufrido hace apenas un mes, el madrileño le cuajó una faena redonda a un toro castaño y pobre de cara.
A base siempre de torear con mucho pulso, dominando en todo momento la situación, Juli acabó llevando y trayendo al toro a placer en torno a su figura, en una labor rotunda que marca ya el ritmo con el que parece encarar su temporada 2013. Su segundo, en cambio, no le dio facilidades, con una embestida incierta y corta.
Pero en ningún instante pareció alterar la quietud y la determinación de Julián López, sólo inseguro a la hora de matar, por lo que perdió trofeos. El tercero de la tarde fue un toro también complicado, por su brusquedad y por que no respondió con entrega al valor con el que Miguel Ángel Perera planteó su lidia. Por eso, al ver que la tarde se le podía ir de vacío, el extremeño decidió dejar "crudo" en varas al sexto, buscando una mayor movilidad y emoción en su oponente.
Y el trabajo que no hizo la puya lo hizo la poderosa muleta de Perera, que desde el principio sometió esas fuertes arrancadas asentado con mucha plomada en la arena y llevando los vuelos de la tela a ras de arena. Tanda a tanda de pases, Perera no sólo pudo con el toro sino que acabó también vaciándole absolutamente de bravura, en una faena autoritaria y redonda que se premió con dos orejas de gran peso tras cerrarla de una buena estocada.
Por su parte, Juan José Padilla no pudo salir a hombros, pese a los deseos del público oliventino. Si en su primero, el ejemplar de más calidad del encierro, su labor no pasó de correcta y no tuvo gran eco en el tendido, el jerezano echó el resto con el cuarto.
La movilidad incansable de este toro le sirvió a Padilla para realizarle un trasteo bullidor y entregado -que abrió con dos largas cambiadas de rodillas y un similar inicio con la muleta en los medios- pero al que le faltó estructura y coherencia en el planteamiento técnico. Aun así, el público le agradeció esa entrega pidiéndole las dos orejas, premio que la presidencia dejó en la mitad impidiéndole acompañar a sus compañeros de terna en una populosa salida en volandas hacia las calles de Olivenza.