La misma pareja de guardias civiles en diferente escenario. Bevilacqua y Chamorro se enfrentan a un nuevo caso en ‘Donde los escorpiones’, la novela que acaba de presentar Lorenzo Silva. Un título diferente para un escenario que lo es aún más para los protagonistas: la base española de Herat en Afganistán.
La elección de este nuevo escenario se debe a que, según explica Silva, era un “capítulo que la literatura española tenía completamente ignorado”, lo que consideraba una “negligencia” al tratarse un punto importante de la realidad del país. Así, decidió que Bevilacqua y Chamorro, que “se encuentran en su mejor punto porque están en su madurez personal y profesional”, fueran a analizar la muerte de un militar español en una zona en la que éstos solían pasar su tiempo de relax, y cuya presunta arma homicida parece ser una herramienta tradicional afgana.
"Bevilacqua y Chamorro se encuentran en su madurez personal y profesional"
Además, Herat es una zona con mucho más valor, que el escritor ha intentado mostrar entre líneas, ya que se trata de una ciudad por la que pasó hasta Alejandro Magno y fue donde se desencadenó el desastre para los rusos con un levantamiento en 1979. En ese momento, los soviéticos intentaron escolarizar a las niñas, a las que los afganos mataron después, lo que demuestra la dificultad de las mujeres para vivir en esa cultura.
Documentación en Afganistán
El destino es el más complejo que ha vivido el ejército español, ya que en el país han perdido la vida 102 militares, por lo que el escribir un libro ambientado en la región implicaba obligatoriamente documentarse en zona, donde Silva pasó ocho días. “No lo habría podido conseguir si no hubiera podido ir a Afganistán”, explica, y añade que allí compartió su experiencia con ocho guardias, momento en el concibió la posibilidad de escribir esta novela.
En la base consiguió impregnarse de “la dureza del país, el paisaje, el calor y la propia textura física del lugar”, aspectos que traslada al relato para ambientarlo y conseguir que el lector sienta la arena en su garganta.
Esperó un año para "sedimentar ideas"
Cuando volvió de esa experiencia empezó a escribir otra novela, 'Música para feos', donde la presencia de Afganistán era más limitada. Después esperó un año para “sedimentar las ideas, hablar con la gente que estaba en España y para profundizar en algunos aspectos”, conocimiento que se sumó a los 21 años que Silva ha estado escribiendo sobre guardias civiles. Por eso, defiende que “en una novela policial no es tanto el aspecto policial y criminal, sino que lo interesante es la faceta humana, la dosis de psicología individual que tiene el investigador que necesita para profundizar en el crimen y que tiene la personalidad de alguien como Bevilacqua”. No obstante, matiza que “frente a lo que piensa a la gente, los personajes de ficción con los que un autor convive mucho tiempo influyen más en el autor que el autor en los personajes”.
Realidad social
Un entorno como una base donde la gente pasa tanto tiempo aislada, separada de sus casas y de su vida diaria es foco, en opinión de Silva, de “un estrés y de una tensión distinta” y cuando mucha gente está encerrada en el mismo sitio “siempre se producen relaciones”. Este es uno de los temas en los que se basa la investigación del libro editado por Destino, tanto las relaciones amorosas y aventuras, como los roces menos agradables que surgen en situaciones extremas.
"La guerra alcanza a la población civil"
Y, aunque se trate de una historia que fundamentalmente se desarrolla en una base aislada, el ganador del Premio Planeta tampoco se ha olvidado de que la guerra es algo más que “imágenes de armas, de explosiones, de convoyes, de emboscadas”. “Alcanza a la población civil”, señala, exponiendo los motivos por los que durante el transcurso de la investigación se cuelan temas como la venta de niñas en el país, la situación de la mujer o el futuro que les depara a los propios afganos que trabajan en la base.
Los guardias civiles se sienten identificados
Otro de los objetivo de Silva era mostrar la experiencia personal de los guardias civiles y, por extensión, de sus familias “que se quedan aquí y que tienen que esperar y añorar tanto tiempo”, lo que se percibe en las conversaciones a distancia de los personajes.
"Las familias tienen que esperar y añorar tanto tiempo"
Este conjunto de elementos provoca que los primeros críticos de la obra, los propios militares que le ayudaron durante su creación, se sientan muy identificados y agradecidos. El sargento Javier Latorre comenta que con la novela ha vuelto “a ese puesto de la Guardia Civil a 6.000 kilómetros de España”. Además, agradece el guiño a los escorpiones, símbolo que había a la entrada de la zona española en la base y que era el lugar donde todos se hacían la primera y la última foto de la misión.
“Lo que pasa en Afganistán se queda en Afganistán” era un dicho común entre los españoles, excepto si Bevilacqua y Chamorro llegaban a allí para descubrir los secretos, rencillas y líos de faldas para llegar hasta el asesino… o no, eso deberá descubrirlo el lector.