El diseñador valenciano Javier Mariscal, autor de Cobi, la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, dice estar sin trabajo, arruinado e incluso haciendo de "mantero" en la calle para ver "si la gente viene y me compra". El dibujante reconoce que la crisis se llevó por delante todos sus proyectos: "Me arruiné, no lo supe hacer, y al mismo tiempo tuve un desengaño amoroso y terminé en el psiquiatra tomando pastillas". A pesar de ello, no esconde que ahora se siente más libre que nunca para decir lo que piensa, como que "a este Gobierno tan franquista que tenemos no le gusta la cultura".
Javier Mariscal indica que todo empezó a irle mal a partir del año 2008 y recuerda que en su estudio, que era "como una familia" de cuarenta personas, tuvo que hacer un ERE. "Entré en una depresión muy gorda y bueno, poco a poco vas saliendo de la depresión, pero claro, de la depresión, no de lo otro, no del problema con el trabajo", explica en una entrevista con la revista literaria Gurb.
"Sigo estando -continúa- en una situación precaria, precaria económicamente, con problemas de vivir el día a día. A mí no me importa, sé vivir perfectamente con nada, tengo amigos, puedo vivir en sus casas y no soy nada consumista, pero tengo hijos y eso es lo que te pesa mucho. Quieres que a tus hijos no les falte de nada, quieres pagarles un colegio que esté bien y que en el futuro, si quieren puedan ir a la universidad, o si tienen que ir al extranjero puedan ir".
Asegura que la única propiedad con la que cuenta es una Vespa, que ha puesto a nombre de su hija, "para que no me la quiten". Tras declarar que nunca ha tenido el ADN "nacionalista", criticar a Artur Mas por "trilero" por ser "un tramposo que juega siempre con las cartas marcadas" y mostrarse partidario de que se haga un referéndum en Cataluña, Mariscal insiste en que no tiene trabajo, en que está "más contemplativo porque no hay nadie" que le llame. "Y entonces tengo que contemplar las nubes porque no tengo trabajo", añade.
La entrevista termina con la aseveración del artista de que ahora es un 'mantero'. "Yo abro la tienda y ya no viene nadie, tengo que ir a la calle a poner una manta en el suelo para poner ahí sombreros y cosas, para ver si la gente viene y me compra. Y además, como soy ilegal, tengo que tener unas cuerdecitas atadas a la manta para cuando llegue la Policía tirar y hoop...salir corriendo".