La polémica está servida con la salida a hombros de Juan Bautista. La única Puerta Grande en veintisiete festejos de a pie en el ciclo ininterrumpido que ha durado un mes, de 6 de mayo a 6 de junio, pues se termina mañana con una de rejones.
Bautista ha salido a hombros porque ha cortado dos orejas, está claro. Una y una en cada toro. Orejas pedidas por la mayoría del público. Así que no habría nada que objetar.
Pero, ¿qué público asistió a Las Ventas? Sencillamente un público distinto. Es difícil precisar si había mayoría de los habituales, o por el contrario abundaban los espectadores ocasionales y en consecuencia menos enterados y exigentes.
Lo cierto es que se valoró bien la doble actuación de Bautista hasta el extremo de premiársele con los trofeos salvoconducto para la salida a hombros.
Y desde luego, habría que insistir, donde si hubo mayoría fue en las peticiones de ambos trofeos. Quede claro que el presidente no regaló nada.
Lo que está por discutir es la valía de las dos faenas del diestro francés, teniendo en cuenta sobre todo el juego de ambos toros. Pues si se toma como referencia la aportación de los toros, muy probablemente se quedan cortos los méritos del torero.
La faena de Bautista estuvo al límite para premiarla o no
Bautista no estuvo mal, vaya también por delante esta apreciación. Pero es innegable que con dos toros tan buenos como los que tuvo, sus trasteos resultaron algo escasos.
Toro muy completo, y por los dos pitones, el segundo, primero del lote de Bautista, yendo y viendo, noble y con "transmisión". El hombre le pegó pases, más o menos templados, más o menos hilvanados, más o menos artísticos... más o menos todo.
Faena por tanto en el límite para premiarla o no. Seguramente pesó en el ánimo del presidente la buena estocada final.
Lo más chocante fue concederle también la oreja del quinto, decisiva para "el portazo". Y es que la faena de Bautista a éste tuvo bastante menos profundidad, bastante menos ritmo y bastante menos encanto, sobre todo cuando toreó al natural, desplazando muy para afuera las embestidas, haciendo imposible la ligazón. Por el lado derecho sí hubo pases seguidos, limpios y hasta con cierto aroma.
La clave para despejar dudas fue la espada. No cayó el estoque en su sitio, aunque la muerte del animal fue fulminante. Y como según un dicho muy taurino "las orejas se ganan toreando y se cortan con la espada", ahí queda una enorme interrogante para que cada uno dé su respuesta después de sacar sus propias conclusiones.
Bautista atravesó la Puerta Grande por tercera vez
Bautista atravesó a hombros el umbral de la Puerta Grande por tercera vez en su vida (antes lo hizo en su presentación de novillero en el San Isidro de 1999 y como matador en la feria de Otoño en 2007). Seguro que con polémica y todo el triunfo le va a servir para encauzar nuevamente su carrera.
La tarde tuvo también un pasaje especialmente rotundo desde varios puntos de vista, que abarcan el arte, la técnica y el valor, el trípode fundamental del toreo, que llevó la firma de Abellán. Fue una pena que no acertara al matar.
Ocurrió con el cuarto toro. Aquello sí que fue emotivo, sincero y de arrebato. Faena convincente, por la firmeza del matador, la exactitud en el espacio y en el tiempo, la forma de traerse al toro "cosido" a los vuelos de la muleta, la lentitud en los movimientos, los trazos firmes y tan sentidos. Abellán por naturales, palabras mayores. Sin embargo, sin contundencia con los aceros. Aunque la vuelta al ruedo final, hay que advertir, tuvo sabor a trofeo.
Poco había hecho el mismo Abellán en su incómodo primero a pesar del largometraje de la faena.
Y menos el mexicano Macías, con el lote menos lucido. Valiente, pero sin torear.