Día de Todos los Santos
La razón por la que se comen buñuelos el Día de Todos los Santos
Una de las tradiciones del Día de Todos los Santos es comer buñuelos de viento. ¡Descubre el origen de esta curiosa costumbre!
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Los buñuelos de viento son un dulce imprescindible el 1 de noviembre, al igual que los panellets, las flores fritas, los pestiños, los huesos de Santo y otras delicias fritas. Pero, ¿por qué se comen los buñuelos el Día de Todos los Santos? ¡Te lo contamos!
En la actualidad, hay un amplio surtido de buñuelos el Día de Todos los Santos. Aparte de los típicos buñuelos de viento sin nada dentro, hoy en día puedes encontrarlos aromatizados con limón, canela, vainilla, etc. O rellenos de crema pastelera, chocolate, nata, café, praliné, avellana, cabello de ángel, calabaza, manzana… ¡Un amplio surtido para los paladares más exigentes!
¿Por qué se comen buñuelos el Día de Todos los Santos?
A día de hoy, no se tiene un origen claro de los buñuelos de viento, pero según muchos historiadores, se cocinaban ya en la época de los romanos. Se conocían entonces como 'puñuelos', ya que se amasaban con los puños.
No obstante, los musulmanes fueron los encargados de popularizarlos a través de su venta ambulante. Más tarde, las cocinas de la Edad Media adoptaron esta costumbre de comer buñuelos y agasajar a los invitados con estos exquisitos dulces.
En España, la costumbre de comer buñuelos el Día de Todos los Santos se inició en los conventos, puesto que antiguamente los elaboraban y los vendían por estas fechas. Según la leyenda, los buñuelos de viento se comen durante esta festividad porque representan a las almas que se elevan escapando del Purgatorio.
Receta de buñuelos caseros
La receta de los buñuelos de viento ha pasado de mano en mano generación tras generación. Es increíble que con unos pocos ingredientes se obtenga un producto tan delicioso que llena las vidrieras de las pastelerías y confiterías este mes. Si quieres sorprender a tus familiares y amigos, ¡toma nota de la receta original!
Ingredientes para 40 unidades. 170 g de harina de repostería, 3 g de levadura química, 250 g de agua, 50 g de mantequilla, 2 g de sal, 5 g de azúcar y más para rebozar, 4 huevos y aceite de oliva o girasol (para freír).
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Elaboración. Comienza tamizando la harina y la levadura. En un cazo, echa el agua, la mantequilla, el pellizco de sal y la cucharadita de azúcar. Ponlo al fuego hasta que hierva. A continuación, añade la harina, baja el fuego y remueve hasta obtener una masa que se despegue. Retira y deja templar. Después, añade los huevos de uno en uno, batiendo con unas varillas eléctricas. Deja reposar la masa una media hora. Calienta aceite en una sartén y, con dos cucharitas de café engrasadas, forma bolitas y fríelas hasta que estén bien doradas. Cuando los buñuelos estén hechos, vete depositándolos uno a uno sobre un plato cubierto con papel de cocina. Por último, rebózalos en azúcar, ¡y ya estarán listos para degustar!
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