Fue mucho más que sólo la mujer de un poeta. Innovadora, creativa, independiente, comprometida y feminista cuando arrancaba el siglo pasado. Zenobia Camprubí fue una joven muy preparada. Hablaba tres idiomas, viajaba sola, emprendía negocios, era curiosa y tenía muchas ambiciones culturales. Pero cuando conoció a Juan Ramón Jiménez, encontró su propia causa.
Emilia Cortés, la editora del libro, asegura que ella "aparcó todas sus aficiones y dedicarse a trabajar en colaboración con él en la obra del poeta y eso es lo que hizo durante toda su vida. Pero porque ella quiso, no porque nadie se lo impusiera". El mismo criterio arguye Carmen Hernández Pinzón, sobrina nieta de Juan Ramón Jiménez y representante de los herederos del escritor. "Nunca fue su sombra” -señala- “siempre fue su luz. La luz que lo guiaba y que siempre buscó lo mejor para él".
Siempre al lado del Nobel, práctica y con los pies en el suelo, Zenobia no se limitó a facilitar el día a día del escritor, ella fue la gran impulsora de su obra. Hernández Pinzón está segura de que el poeta nunca hubiera movido un dedo para conseguir el Nobel, "ella sí -insiste-. Quería que se le reconociera a su marido lo que valía. Entonces luchó con uñas y dientes para que se lo dieran". "Zenobia fue el eje en la vida de Juan Ramón -cuenta Emilia Cortés-. El eje en la vida del día a día y también el eje en su obra. Fue como la medida".
Ahora y gracias a la Fundación José Manuel Lara se publica su primer diario y algunos poemas inéditos de la joven Zenobia, antes de que conociera al que sería su marido, antes de que su mundo cambiara para siempre.