No hay por donde coger la tarde. El aburrimiento lo inundó todo. Prueba de ello, los seis silencios que recibió la terna de salmantinos. Lo único bueno del festejo, las menos de dos horas que duró. Y menos mal, porque vaya suplicio.
La corrida de Hernández Plá no fue nada propicia. Cinco de los seis toros no 'sirvieron' prácticamente ni para poder justificarse delante de ellos.
Aunque uno sí, el tercero, embistió y quiso pelea, bien es cierto que tampoco fue ninguna maravilla. Metió la cara, pero un punto descompuesto, y se desplazó con cierto motor. Gallo tan sólo destacó en la primera tanda a derechas. Cuatro pases y el de pecho de buen aire. Pero ya.
A partir de ahí se vio un Gallo demasiado amontonado, diluyéndose poco a poco entre enganchones y más enganchones. No acertó a tocarle las teclas precisas, ya que faltó temple y más sosiego, por lo que la faena, de más a menos, a mucho menos, se quedó en nada.
Queda dicho que no fue toro completo, pero aquí falló el torero, pues con más ambición otro gallo hubiera cantado. O sino que le pregunten a Fandiño lo que tuvo que 'tragar' y exponer la semana pasada delante de una alimaña para cortarle una oreja. Ese debería ser el referente para todos los toreros que vienen a Madrid.
El sexto ya fue diferente. Un toro que buscó la huida de salida, esperó y cortó en banderillas, y fue tan soso como incierto en la muleta, apagándose además poco a poco. Gallo puso voluntad en una labor sin relieve.
López Chaves tuvo en primer lugar un toro con muy poquita raza y justo de fuerzas con el que lo intentó por el pitón derecho y a media altura, pero sin llegar a resolver nada. Tampoco llegó a confiarse del todo Chaves con él provocando que se impusiera finalmente la extrema sosería del animal, que acabó desfondado.
Con el cuarto, menos todavía. El de Hernández Pla salió con mucho 'carbón' de chiqueros, apretando de lo lindo y con muy mal estilo en el caballo, haciendo pasar un quinario al picador José Manuel Quinta, que, aunque resultó desmontado por dos veces, estuvo muy profesional.
En la muleta el toro sabía latín, como suele decirse cuando desarrollan muchas complicaciones. Toro mironcete, andarín, que cuando se arrancaba lo hacía a empellones y con muy malas ideas. Chaves anduvo dubitativo, sin saber por dónde echarle mano, por lo que optó por no darse mucha coba y después de un breve trasteo sobre las piernas se fue a por la espada, y a otra cosa.
Castaño se estrelló con el descastadísimo segundo, un auténtico mulo que no tuvo ni un pase, negándose en redondo desde el primer momento a tomar la muleta, y cuando lo hacía, rebrincado, frenándose a mitad del pase y echando la cara arriba.
El hombre estuvo lo que se dice "ahí" pero todo esfuerzo fue inútil. Lo único destacable de la faena al quinto fue el bonito recibo a la verónica con el capote y algunos pases sueltos por el lado derecho en el prólogo con la muleta.
FICHA DEL FESTEJO.-
Toros de Hernández Pla -primero, quinto y sexto con el hierro de San Martín-, bien presentados y deslucidos en extremo. El único que "se dejó", el tercero; primero, blando y sin raza; descastado el segundo; manso y peligroso, el cuarto; manso y apagado el quinto; y el sexto, sin clase y a menos.
Domingo López Chaves: bajonazo (silencio); y pinchazo y estocada desprendida (silencio).
Javier Castaño: dos pinchazos y descabellos (silencio); y estocada trasera, tendida y desprendida (silencio).
Eduardo Gallo: pinchazo y estocada (silencio); y seis pinchazos y estocada corta y tendida (silencio tras aviso).
La plaza tuvo casi media entrada en tarde espléndida.