En el complejo arqueológico del Serapeum, ubicado en la ribera occidental del Nilo, cerca de la pirámide de Saqara y a unos 25 kilómetros al suroeste de El Cairo, se exhiben desde este viernes un total de 24 nichos con enormes sarcófagos de granito. Un paseo por este lugar tenebroso permite observar los gigantes ataúdes de color negro, cada uno de los cuales pesa unas 65 toneladas y mide ocho metros de largo y cuatro de ancho.
Muchos de estos sarcófagos están cerrados con losas de la misma piedra, mientras que los suelos originales se pueden entrever por debajo de los pasillos que combinan suelos de madera con espacios de cristal iluminados. Ni rastro hay en el recinto de las momias de los toros sagrados que albergaban las tumbas, donde en el pasado solo se encontró un ejemplar de estas figuras. En el acto de reapertura del sitio, el ministro egipcio de Antigüedades, Mohamed Ibrahim, destacó la puesta a punto de dos nuevas tumbas, una de la V dinastía (2500-2350 a.C.) y otra de la VI (2322-2130 a.C.).
El primer sepulcro, perteneciente al ministro Ptahhotep, "es una maravilla porque tiene escenas de la vida cotidiana muy elaboradas", aseguró Ibrahim, que destacó también la importancia del segundo, del que fuera jefe de Justicia Mereuka. El titular de Antigüedades destacó que la reapertura del Serapeum "es el punto de partida" de una serie de inauguraciones de sitios arqueológicos restaurados en Egipto que podrán visitar los turistas.
De cara al inicio de la temporada turística, Ibrahim reiteró que "Egipto es un país seguro y está esperando a millones de visitantes y a los aficionados al gran patrimonio que posee". El Serapeum es una de las nuevas atracciones para los amantes de la arqueología: un gran complejo funerario que comprende pasillos de 170 metros de largo y que fue cerrado en 2002 para ser sometido a trabajos de reparación aprobados dos años después.
El principal problema del sitio eran las peligrosas grietas que presentaban los muros de las tumbas, excavadas en la roca, como consecuencia de las explosiones que se habían sucedido en unas canteras cercanas al lugar. Con una inversión de 12,5 millones de libras egipcias (1,5 millones de euros), se optó por fortalecer las cámaras funerarias con pilares de metal, según documentos del proyecto.
Además, los restauradores procedieron a la fijación de las rocas del techo y de los muros, y al establecimiento de sistemas de ventilación e iluminación y de aparatos que controlan la evolución de las fisuras. En el sitio, descubierto en 1850 por el arqueólogo francés Auguste Mariette, se enterraban las momias de toros que representaban a Apis, el dios de la fertilidad, cuya veneración comenzó en el siglo VII a.C. y se extendió hasta el periodo grecorromano durante más de catorce siglos.
El culto del toro Apis estuvo ligado al de Ptah, el dios principal de Menfis, la antigua capital de Egipto que tuvo gran importancia estratégica, histórica y religiosa durante la época faraónica y cuya área alberga también las conocidas pirámides de Guiza. Considerado un animal sagrado y adorado en vida, Apis era enterrado a su muerte en el Serapeum con todos los honores y luego se elegía a uno nuevo. Además de ser un complejo funerario, el Serapeum comprendía edificios destinados a los sacerdotes, albergues para los peregrinos y un santuario dedicado a Anubis, el dios con cabeza de chacal considerado protector de los muertos.