U2 es mucho más que música, bien es sabido, con toda una cosmogonía de iconos y proclamas sobre el mundo entre las que se repiten principalmente las de "amor" y "unidad", lo que hoy, en su esperado concierto en la capital española, ha llevado a su líder a clamar contra los separatismos.
"Desde mi experiencia puedo decir que no hay nacionalismo bueno", ha dicho Bono casi al final, transcurridas dos horas y media de "show" y en el discurso previo a uno de sus grandes temas, "One", tras el que ha justificado sus palabras: "Los irlandeses les tenemos mucho miedo a las banderas".
Ha sido en su retorno a Madrid después de 13 años, número maldito para algunos que aquí ha supuesto el final de una larga ausencia de giras en la ciudad, desde que en 2005 actuaran por última vez en el clausurado estadio Vicente Calderón dentro del "Vértigo Tour" al grito de: "1, 2, 3... ¡catorce!".
La expectación por este reencuentro con el público que en 1987 protagonizó su mítico primer concierto en España ya se palpó en la venta de las entradas, agotadas en pocas horas, y ha vuelto a sentirse esta noche en un WiZink Center lleno hasta la bandera, reunidos los barrios de Usera y Salamanca bajo un mismo techo, como sus amigos Javier Bardem y Penélope Cruz o Pablo Casado, líder del PP.
Según la organización, 15.000 personas han seguido de cerca este "Experience + Innocence" que cierra el concepto semántico y escenográfico que hace tres años abrió la pata contraria, la gira "Innocence + Experience". Si aquella hablaba de cómo U2 se abría al mundo, en esta narra su vuelta al hogar.
Como si de un espejo se tratara, el escenario aparentemente replica la misma estructura de 2015, con una larga pasarela que casi divide la pista y sobre la que pende a su vez una gran pantalla transversal, esta vez -avisan- con una resolución nueve veces mayor y algún metro más de largo, hasta sumar 31.
Con media hora de retraso sobre lo anunciado, el espectáculo ha arrancado avasallador con imágenes de ciudades europeas devastadas por la barbarie de la guerra y la codicia de represores, también Madrid en 1939, mientras de fondo "El gran dictador" de Charles Chaplin animaba a recuperar el poder sustraído al pueblo por líderes como Trump o Putin. "¡Vamos, Madrid!", ha bramado Bono de fondo, aún invisible tras la pantalla iluminada, cuando ha irrumpido "The blackout" más colosal que en el último disco, "Songs of experience" (2017), a plena potencia de vatios para que las cuatro siluetas de los protagonistas se hicieran por fin presentes.