Esta ha sido mi tercera semana en un medio grande. Y aunque, si es verdad que en algún momento me he sentido superado; por lo general sigo pasándomelo como un enano cada vez que piso esta redacción
Estos siete días han sido a la par sufridos y productivos. Y sin duda, han dejado muchas cosas que contar. Así que dejémonos de circunloquios y vayamos al principio:
Todo empezó con mi primera salida. Iba al MUNCYT acompañado por primera vez de un cámara y un realizador. Un equipo serio para hacer un reportaje en uno de los medios con más audiencia del país. Se puede decir, que en las horas previas sentía más presión que nunca. Pero fue llegar, relajarme y empezar a disfrutar de todo. La entrevista fue muy bien. Una conversación distendida y en la que el micrófono y la responsabilidad para nada pudieron conmigo.
Tras tres horas de intenso disfrute volvimos a la redacción. Allí empezaba el trabajo periodístico de verdad. Tocaba redactar y montar. Empecé montando el texto, que si lo comparamos con lo que vino después fue más que sencillo. Y es que, la edición del vídeo fue todo un sufrimiento. Acabé con la sensación de tener a todo el mundo harto de mí.
Pero tú, querido lector, te preguntarás: ¿Por qué te cuesta tanto montar un vídeo si es algo que parece sencillo? La respuesta tiene que ver con mi coordinación. Desde pequeño sufro una discapacidad que, aunque no me ha impedido vivir como una persona ‘normal’, me hace sufrir con según qué ajustes del Avid, que requieren coordinación, precisión y pulso. Algo de que he carecido siempre. Pero, como para mí lo imposible es solo una opinión, el reportaje acabó saliendo a tiempo.
Pero la dureza de estos siete días para nada iba a terminar con un simple reportaje. En una semana clave para el país tocaba contar con luz y taquígrafos el jaleo periodístico que genera un pleno de investidura. Por primera vez me tocaba vivirlo desde dentro.
Así llegaba un servidor el lunes a la redacción, nervioso y con ganas de contar algo que tenía en vilo a gran parte del país. Pero no hallé más que una leve decepción al ver que para mi iba a ser un día más en la oficina.
Y aunque, con un ojo en el debate de investidura, este becario sólo haría teletipos ajenos al pleno. Y aunque, tarde, me acabé dando cuenta que una investidura es algo muy serio. Quizá demasiado para alguien con tan poco bagaje en esto pudiera cubrirla. Por lo que, tocaba aprender de los mejores.
Después del lunes llegó el martes, todo iba a ser normal. Un día más en la que para mí es la mejor oficina del mundo. Otro día disfrutando y aprendiendo no sólo de los compañeros con más experiencia, sino empapándome de lo que me cuenta hasta el último becario. Y es que, si algo me ha dejado claro esta semana tan especial es que, en este mundo, cualquiera y en cualquier momento te puede enseñar algo nuevo.