Erica Wheeler fue la gran triunfadora de un fin de semana mágico y especial. Un fin de semana que reunía a la élite de la élite dentro del baloncesto femenino mundial y que acaparó los focos en Estados Unidos. El Mandalay Bay Events Center de Las Vegas estaba a reventar con la presencia, entre otros, de Kobe Bryant.
Las mejores jugadoras del mundo se reunieron en un duelo que no defraudó y que enfrentaba al equipo de Aja Wilson, quien se impuso de forma muy ajustada al conjunto de Elena Delle Donne por un marcador de 126 a 129.
Más allá del espectáculo protagonizado por Brittney Griner con sus tres mates y de Jewell Loyd (6 puntos en 20 minutos), única jugadora de la Liga DIA española, estrella del Perfumerías Avenida, hubo una jugadora que destacó por encima del resto: Erica Wheeler, con 25 puntos, 21 de ellos desde la línea de 6,75.
"Quería ser inolvidable", declaró la jugadora de Miami y nunca se la olvidará, ni por el juego que protagonizó, ni por la historia que esconde detrás. La base de Indiana Fever ha pasado de no ser elegida en el draft de la WNBA de 2013 a convertirse en la MVP del All Star tras anotar 25 puntos y decantar la victoria de su equipo.
Al finalizar el partido, la jugadora quiso expresar todo lo que llevaba guardado y lanzó un emocionante discurso como si hablara para sí misma: "Nunca os rindáis, nunca. No importa lo que ocurra, seguid adelante. Yo usé a mi madre como motivación porque la perdí por un cáncer cuando estaba en la universidad así que seguí adelante porque sabía que ella me miraba más que nunca", dijo Wheeler emocionada, con lágrimas en los ojos.
Mientras que la mayoría de sus compañeras cuentan con una trayectoria llena de logros y trofeos, Wheeler es la excepción que confirma la regla. En una película los protagonistas están delante de la pantalla, pero los imprescindibles y grandes trabajadores no acaparan las miradas. Es el caso de Wheeler, quien con sus palabras emocionó a todos los presentes.
"Pertenezco a este grupo de las mejores. Pertenezco a esto y quiero darle crédito a todas estas mujeres. Ellas me han dicho que pertenezco a este grupo y me han mostrado su respeto", relataba emocionada una Erica, que no empezó desde el principio en el mundo del baloncesto. Su lugar estaba en el fútbol americano, pero pronto se encontró con el muro del machismo. No podía seguir jugando con los chicos y tuvo que cambiar de disciplina.
Con una infancia marcada por la violencia del barrio de Liberty City en Miami, Erica tuvo que vivir el asesinato de dos de sus amigas en un tiroteo y un apuñalamiento. Posteriormente, tras licenciarse en el instituto, Wheeler decidió cambiar su rumbo y trasladarse a Nueva Jersey, donde comenzó a competir a las órdenes de Vivian Stringer en la Universidad de Rutgers.
Durante su estancia en su nuevo hogar, recibió una llamada que cambió su vida. Su madre había fallecido y no quería volver a jugar, ni mucho menos volver a pisar una cancha de baloncesto. Su entrenadora no podía permitirlo e hizo que la joven promesa volviera a acabar sus estudios. Sin embargo, al finalizar la universidad en 2013 no fue elegida por ningún equipo de la WNBA en el draft.
Así, apartó de nuevo el baloncesto y comenzó a trabajar en una tienda de ropa, al mismo tempo que ejercía como consejera juvenil en un centro de rehabilitación para drogadictos en Nueva Yersey. Sin embargo, pronto, su vida volvió a cambiar.
Como si de una montaña rusa se tratase, volvió a jugar al baloncesto, al ser convencida por una de sus amigos e irse a jugar al Sport Club do Recife brasileño a cambio de 200 dólares semanales, donde coincidió con Erika de Souza, reconocida jugadora brasileña que milita en la liga femenina de baloncesto española, concretamente en el Perfumerías Avenida.
Fue de Souza quien ayudó a su fichaje por las Atlanta Dream, siendo esta su primera experiencia en la WNBA. Posteriormente, pasó por Puerto Rico, Brasil y el Perfumerías Avenida, donde estuvo únicamente durante tres meses. Finalmente llegó a las Fever, quienes le dieron la oportunidad que necesitaba y que no desaprovechó.
"Sabía que era la única jugadora no reclutada. No tengo un contrato de zapatillas, ni un equipo además de la WNBA. Quería dejar huella. No tenía un nombre y creo que me fui con uno que todos van a recordar", finalizó.
Tras el sufrimiento, su continua superación, y la persistencia, Erica ha hecho feliz a su madre y ha dado una lección a todos los amantes del baloncesto y del deporte.