Maya Moore era toda una leyenda del baloncesto en activo: con apenas 29 años ya había ganado dos oros olímpicos, dos Mundiales, cuatro títulos de la WNBA, una Euroliga... Sin embargo, estando en la cima, Maya lo dejó todo para luchar por la libertad de un hombre inocente.
Todo empezó en 1997 en Misuri, Estados Unidos, cuando entraron a robar en casa de hombre que recibió dos disparos. Tras sobrevivir, el hombre identificó como su agresor a Jonathan Irons, un chaval negro de 16 años que habían visto por la zona. Irons fue condenado a medio siglo de cárcel, si bien no había pruebas de huellas o ADN en su contra.
El joven reconoció haber estado en la zona, donde vendía marihuana, y portar un arma, si bien no era del calibre de la que había disparado a la víctima. Irons fue procesado como un adulto por tener antecedentes y tras una supuesta confesión sin abogado ni tutor legal de la que no hay grabación.
Contrató a un equipo de abogados
Maya dejó todo en 2019, siendo alero de las Minnesota Lynx de la WNBA, para intentar sacarle de prisión. Contrató un equipo de abogados defensores para que trabajaran en su caso. La única prueba física era una huella que no pertenecía a Irons y en marzo un juez anuló la condena de 50 años por creer que el caso era "muy débil".
Finalmente, esta semana el fiscal ha decidido no pedir una repetición del juicio y, tras 23 años en prisión, Jonathan Irons ha quedado en libertad. Maya, profundamente religiosa y miembro de la iglesia evangélica en Atlanta, le estaba esperando en la puerta de la cárcel.
Todavía se desconoce si Maya volverá a jugar en activo. Su adiós al baloncesto de élite recuerda a la marcha temporal de Michael Jordan de Chicago Bulls tras el asesinato de su padre.