El Atlético de Madrid logró un triunfo por inercia, con un gol en propia puerta de Joaquín con el que derribó la resistencia del Valladolid, que clamó contra el VAR y la decisión del árbitro Melero López por un supuesto penalti por mano de Arias en los minutos finales y que chocó en tres ocasiones con Jan Oblak.
La polémica está ahí, las paradas del portero también; todas claves en un encuentro que el equipo rojiblanco se tomó con relajación, que ganó con menos oportunidades que su adversario y que terminó en torno a su área, agarrado a las intervenciones de su guardameta para sostener que aún tiene algo por pelear en esta Liga. La realidad que desprende es que tiene poco que decir en el torneo doméstico.
Inalcanzable la cima del Barcelona y encarrilada la segunda plaza, el partido fue una evidencia en ese sentido. No se exprimió jamás a lo largo de los 90 minutos, como si el triunfo fuera a llegar por la mera inercia de su superior nivel.
Lo consiguió luego, ya avanzada la segunda mitad, porque apretó más, porque lo buscó, porque demostró que el paso de los minutos ya no era una opción, pero sobre todo porque tuvo suerte. La entrada de Saúl por la banda y su posterior centro probablemente no habrían sido nada relevante, sin el cabezazo hacia su portería de Joaquín.
Así resolvió el Atlético, por un demérito ajeno más que por mérito propio, exceptuando otras dos soberbias paradas de Jan Oblak ya con 1-0 en el marcador, un partido de perfil bajo, en el que jugó a medio gas, propio de que todo está ya hecho para él este curso, de que los desafíos de verdad llegarán después del verano, cuando reinicie la era Simeone, ya sin Godín.
En el lado opuesto está el Valladolid. En tres jornadas se juega la vida; seguir o no en Primera División, con todo lo que eso supone en todos los aspectos de un club de fútbol. Y ya no depende de sí mismo para la permanencia, porque suma solo un punto más y ha jugado un partido más que el Girona, que recibe el domingo al Sevilla.
Nunca dio la sensación de poder ganar en el Wanda Metropolitano. Le faltaron recursos en ataque. Con 0-0 y con 1-0. Sí llegó algunas veces, pero sólo en tres remató a portería; dos de ellas en un primer tiempo soporífero, las dos de Sergi Guardiola y las dos con la respuesta de Jan Oblak; nada espectacular aún para el portero.
La siguiente, ya con 1-0 y a cuarto de hora de final, sí, cuando voló para repeler el intencionado disparo de Óscar Plano desde fuera del área. Su estirada, su mano izquierda para impulsar el balón fuera, fue una de las dos oportunidades más que tuvo para puntuar el Valladolid, además de un supuesto penalti intensamente protestado.
Era ya el minuto 87, cuando un cabezazo tocó en una mano de Santiago Arias. El árbitro, Melero López, visionó la jugada tras unos minutos de espera, le indicó al banquillo del Valladolid que no era penalti y señaló córner, entre la desesperación del equipo blanquivioleta, que no mereció perder en el Metropolitano.
Porque, resistente y sin apenas agobios hasta el minuto 66 cuando Joaquín cabeceó contra su propia portería, tampoco el Atlético generó apenas ocasiones y porque cuando Griezmann aparece tan poco entre líneas el equipo rojiblanco siente un frenazo inevitable en las transiciones hacia la portería contraria.
El valor para el Atlético del '7' no sólo se mide en los goles. Es un equipo diferente ofensivamente cuando él entra en juego, cuando actúa entre líneas, tan indetectable para su adversario y tan productivo para su conjunto, que encuentra por ahí la fórmula a la que tantas vueltas le da muchas veces con el balón.
Ni en su mejor nivel este sábado, inconstante, es una realidad apabullante para el Atlético. El Valladolid sólo sufrió, tampoco demasiado, cuando desbordó el francés, con una pared con Koke, con un pase a Arias, con una combinación con Morata... Cuando el medio campo conectó con él, el Atlético transitó más y sobre todo mejor.
Y cuando no, le dio vueltas a un cansino dominio de la pelota sin profundidad, mientras el conjunto blanquivioleta le aguardaba para lanzar algún contragolpe. Con la ventaja, el Atlético replegó su equipo, ante la ofensiva visitante, que se lanzó al ataque, pero que enfrente se encontró con Jan Oblak, que negó el 1-1 dos veces.