El Huesca arrancó este sábado un empate al líder y casi seguro campeón de Liga, el Barcelona, un punto que tiene más valor moral que real debido a la situación del equipo aragonés en el fondo de la clasificación de LaLiga.
Con un conjunto barcelonés pensando más en el partido de vuelta de cuartos de final de la Liga de Campeones contra el Manchester United, a pesar de que Ernesto Valverde reservó a todo su equipo de gala, el Huesca fue capaz de hacerse con un punto que en otras circunstancias hubiera sido de oro, pero que en la actuales sirve de poco porque el conjunto altoaragonés necesita más los puntos que las victorias morales.
Para el conjunto catalán, con la Liga prácticamente en el bolsillo, el empate supone minimizar daños y evitar lesiones en sus hombres importantes pensando en la cita británica. Para el Huesca sumar un punto frente al conjunto barcelonés es algo que la mayoría de los equipos firmarían ante de jugar, pero al equipo de Francisco Rodríguez su agónica situación le hace ver que aunque un punto es mejor que nada es insuficiente para su objetivo de salir del puesto de farolillo rojo, primero, y de la zona de descenso después.
El Huesca necesitaba ganar para huir del fondo de la clasificación pero con tres puntos sumados en los tres últimos encuentros, producto de otros tantos empates, el objetivo cada se ve más lejos y de forma más difuminada porque además cada vez restan menos jornadas y el margen de error está llegando a su mínima expresión.
El conjunto catalán, con sólo el meta Mac André Ter Stegen de los habituales titulares, careció de intensidad y ganas, además de puntería en las ocasiones que tuvo, y eso le impidió llevarse el partido ante un rival al que le sobró respeto y miedo. El Barcelona se hizo dueño y señor del esférico desde el saque inicial y, con su habitual estilo de toque, buscó mover al sistema de contención local para buscar huecos a la vez que para desgastarlo de cara a la segunda mitad.
Ante la imposibilidad de hacerse con el balón, el Huesca, que respetaba demasiado a su oponente, incluso con la alineación B, reculó y buscó robar y salir a la contra con velocidad pero se atropelló una y otra vez porque jugó demasiado precipitado y echó a perder todas las oportunidades de contragolpe que se le presentaron.
El Barcelona amasó el balón hasta la saciedad en busca de grietas en la defensa altoaragonesa pero esta se mostró sólida por lo que tampoco el conjunto de Ernesto Valverde creó excesivo peligro. Aún así, la calidad foránea apareció en el minuto 16 en un gran pase de Riqui Puig en las inmediaciones del área a Ousmane Dembelé cuyo toque sutil fue desviado milagrosamente por un felino Roberto Santamaría que evitó el tanto.
A la salida del córner cedido por el meta local el equipo barcelonés volvió a tener otra opción de marcar pero el cabezazo del colombiano Jeison Murillo, fuerte pero centrado, lo volvió a enviar a saque de esquina Santamaría. Con su ritmo constante, pero a la vez demasiado lento, el Barça permitía recolocarse al equipo de "Francisco" Rodríguez que no sufría pero tampoco inquietaba la meta rival porque era incapaz de dar tres pases seguidos.
Ya cerca del final de los primeros 45 minutos el equipo de la Ciudad Condal volvió a tener otra opción de marcar pero al centro raso de Moussa Wagué al corazón del área no llegó Kevin-Prince Boateng. El tiempo de refresco trajo renovados ánimos para el conjunto foráneo que en los primeros minutos volvió tener opciones de adelantarse en sendas ocasiones consecutivas de Dembelé y Malcom, especialmente la del brasileño que estrelló el balón en la madera.
El resto del partido fue un despropósito porque los visitantes parecían no querer ganar el partido y parecían que estaban en un entrenamiento con público mientras los locales daban por bueno un empate que no era tal porque sumando de uno en uno es imposible salir del pozo.