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Manchester City 0-0 Real Madrid
No Cristiano, no party
No es extraño observar en el Madrid, como en Caperucita Roja, un sentido de la responsabilidad un tanto distraído. Se acordarán del lío morrocotudo que formó la muchacha por no hacer caso a mamá de camino a casa de la abuelita, retrasándose por aparición de un mal lobo, y tal vez les recuerde al club blanco en Champions: en Alemania se dejó enredar por quién sabe qué y en Inglaterra no hizo caso a lo de Alemania, entregado a la seguridad de que ya llegaría lo bueno, y ahora su camino lógico hacia Milán no lo parece tanto.
La primera parte fue un rollazo casi inaguantable, impropio del escenario, los protagonistas y los dinerales que los sustentan. Por no haber, no hubo ni ocasiones claras. Si daba la sensación de que podía pasar algo, era más por lo pasional de la cita, nada que ver con lo estrictamente futbolístico. Pese a todo, el City era el que mandaba, intentando rendir como se espera por su categoría de nuevo rico llamado a cosas grandes. Quién sabe cuándo, pero llamado a cosas grandes al fin y al cabo. De Bruyne y Silva, sobre todo, con un Navas de más a menos, daban alas a su equipo moviéndose cual demonios, como si el césped les quemase. Mientras, Casemiro tenía que arreglar las imprecisiones de sus compañeros y el no saber estar de Ramos y Pepe. En el 40', los acontecimientos se desarrollaron por el principio de causa y efecto: se lesionó Silva y el City se descuajeringó ligeramente, lo suficiente para que el Madrid respirase y acabase asustando antes del descanso.
Sin Cristiano, finalmente en la grada, ni Benzema, en el banquillo en la segunda parte, al Madrid se le hacía todo más complicado. Habrá quien siga empeñado en desprestigiar al City, ajeno a que unas semifinales de Champions salen caras hasta en rebajas. Abandonados por las musas, a ambos les quedaba agarrarse al lema del escudo del City: 'Superbia in proelio' ('Orgullo en la batalla').
A partir de ello encontró el Madrid la puerta secreta del muro del City. Poco a poco, el partido se fue poniendo resultón, con los de Zidane dominando en busca de un gol que valiese por dos en el Bernabéu. Ramos abrió fuego con un cabezazo facilón para Hart en el 54', Jesé le imitó y dio al larguero en el 72' y Bale rozó el poste desde lejos en el 75'. En progresión, el Madrid lo tuvo todo para ganar, menos el gol, al fin y al cabo lo más importante. Los madridistas reclamaron penalti a Lucas, Hart salvó el 0-1 de Casemiro en un córner y Pepe lo estrelló en el pecho del portero inglés poco después. El central pasó de posible héroe a salvador en 10 minutos, entrometiéndose entre Sterling y el gol en el 90'.
La magia también evoluciona: ya no vale con hacer lo de ayer y es obligatorio reinventarse; ahora Tamariz y El Mago Pop han cambiado los papeles, y es el primero el que tiene que aprender del segundo porque ya no es suficiente con sacar el conejo de la chistera. Y esa es la sensación que dejó el Madrid en Inglaterra, un equipo limitado y algo obsoleto, sin espectacularidad ni pegada, echando de menos a su jugador estrella para divertirse plenamente. Ya se sabe: no Cristiano, no party.
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