Real Madrid - Manchester City
El Real Madrid y su 'ADN Champions League' en el Etihad
Rüdiger puso el broche a la noche de Lunin ante el City. Los blancos pueden ser camaleónicos, pero sobre todo les gusta ganar.
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Hay un capítulo de los Simpson, porque siempre hay uno para casi todo, en el que Homer se convierte en boxeador. Su estrategia es simple: se deja pegar hasta que su oponente, cansado, cae por su propio peso. Aunque basado en el combate de Mike Tyson contra Peter McNeeley, el episodio recordaba al mítico Rumble in the Jungle de Muhammad Ali contra George Foreman; aquel día Ali no bailó, sino que se atrincheró contra las cuerdas y recibió una tunda asalto tras asalto hasta que, al final del octavo, con Foreman ya agotado, soltó una inesperada ráfaga de golpes que dejó al texano en la lona y al mundo con la boca abierta.
Bien visto, aquel capítulo de los Simpson también podría haberse inspirado en el irreductible Real Madrid Club de Fútbol. Sus enfrentamientos contra el Manchester City en Europa van camino de configurar una saga legendaria, pues ya van tres eliminatorias consecutivas que se han resuelto de todas las maneras imaginables: una remontada imposible, una goleada de época y, ahora, una tanda de penaltis agónica en el Etihad.
Campeón vs. rey
Se enfrentaban el vigente campeón de Europa y el rey del Viejo Continente. El club de los petrodólares despliega un juego avasallador y solo el equipo dirigido por Ancelotti, quintaesencia aristocrática, parecía en condiciones de poner coto a su derroche futbolístico. Para ello, hizo lo único que podía: apretarse en bloque bajo y buscar adelantarse en el luminoso tras el 3-3 de la ida, como así fue. "Ganar aquí se podía hacer solo de esta manera", Carletto dixit.
La noche empezó a cámara lenta, con ambos cuadros mirándose de soslayo para ver quién disparaba primero. Lo hizo el Real. Carvajal despejó un balón que, llovido del cielo, pinchó un Bellingham transfigurado en Zidane. El inglés vio a Valverde correr la banda y este a Rodrygo solo en el área chica. El primer remate lo repelió Ederson, pero nada pudo hacer en el segundo. El brasileño salió de su sequía goleadora y acumula cinco goles en sus últimos cuatro encuentros.
El gol despertó a la bestia citizen, que hundió al Madrid en su área durante el resto del duelo. Los blancos, esta vez, sabían a lo que venían: solidarios, desde Vinícius hasta el último zaguero intentaron achicar aguas. Nacho, en su peor temporada, regresaba al equipo para hacer olvidar a Militao, a Tchouaméni, a todos. Fue el mejor escudero del imponente Rüdiger, quien volvería a secar a un desaparecido Haaland.
La noche de Lunin
El City sometía a un chaparrón permanente a los de Ancelotti, que soportaban como podían el asfixiante asedio. Con toque y talento, el último campeón aculaba en su área al penúltimo mientras Lunin se terminaba de consagrar bajo palos. Era una noche en la que el ucranio no debería estar ahí y que, sin embargo, redondearía más tarde en la tanda de penaltis. En fin, el Madrid y sus inesperados actores secundarios: una historia interminable. Que se lo digan a Bernardo Silva.
Parecía un partido de balonmano y todavía faltaba por entrar Doku al campo, que haría de desatascador. Grealish no había podido con Carvajal, pero el belga salió como una estampida con el Madrid ya exhausto. Él forjó el empate: llegó a línea de fondo, Rüdiger despejó mal y De Bruyne destrozó la red. Era el fin de la historia, fue bonito mientras duró, pero el equipo llegó en pie a la prórroga; con Carvajal, Vinícius o Bellingham baldados, pero en pie.
Los de Ancelotti resistieron la media hora extra en otro ejercicio de superviviencia supremo. En términos generales, el City controló la pelota durante dos tercios del partido; chutó 33 veces por 9 del Madrid; dio 919 pases, el doble que su rival, y botó 18 córners frente a uno de los blancos. Los madridistas supieron defenderse, acabaron al límite de sus fuerzas y los cuartos se decidieron por penaltis. "Es peor si intentamos encontrarle explicación", opinó Rodri a posteriori en zona mixta. Fútbol, señoras y señores.
Y Rüdiger marcó
Rüdiger terminó coronando desde los 11 metros un trabajo de contención contra natura de un equipo montado por y para atacar. Y ese es el secreto de este Real Madrid de Carlo Ancelotti, la explicación a su 'ADN Champions League': sin tratarse de un equipo defensivo, es capaz de ponerse el mono de trabajo porque sabe que ganar al City solo pasa por ese plan; el 4-0 del año pasado así lo atestiguaba. El domingo ante el Barça en Liga jugará de otro modo y, en semis contra el Bayern, de otro distinto.
Se puede ganar de muchas maneras y, de hecho, a lo largo de su historia el club de Chamartín lo ha hecho, pero cuesta mucho recordarle una victoria como la de ayer. Solo el City puede someter así al Madrid y solo el Madrid puede aguantarle así al City. Si lo hiciera a diario cabría reprocharle al de Reggiolo su catenaccio, pero si puntualmente aparcas el autobús y te sale bien siempre podrás decir que hiciste de la necesidad virtud, que el fin ha justificado los medios. El debate en el Real nunca fue sobre cómo jugar, sino sobre el mejor camino para ganar.
Fue heroico. Un manual de resistencia. Algunos lo llaman suerte, otros alma o corazón. El Madrid estaba muerto, había resistido a los de Guardiola hasta llegar a los penaltis tras 120 minutos de congoja... y Modric incluso se permitió el lujo de fallar el primero. Como Muhammad Ali, el combinado blanco a veces parece por encima de su propio deporte: es capaz de hacer cosas que otros, por lo que sea, no. Como Ali en Kinsasa, no estaba muerto: en la tanda salió de su esquina para rematar la hombrada con dos puños certeros. Por cierto, aquel capítulo de los Simpson hacía referencia en su título a la frase 'The bigger they are, the harder they fall' (Cuanto más grandes son, más fuerte caen).
Pues eso.
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