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El maratón de San Quintín, 105 vueltas a la cárcel para sentirse 'libres'

En 2005 Frank Ruona comenzó un programa de reinserción en la cárcel de San Quintín que consiste en un maratón de 105 vueltas al patio sumando un total de 42 kilómetros. Los presos que participan aseguran que mientras corren se sienten libres e imaginan que lo hacen fuera de los muros de la cárcel.

En resumen
  • Frank Ruona creó en 2005 el maratón como un programa de rehabilitación
  • La prueba consiste en dar 105 vueltas al patio de la prisión
  • Markelle Taylor posee el récord en 3h y 16m

Estados Unidos es el país con más gente en la cárcel, con 2,2 millones de personas. A su vez, también es el país que más gente sale en libertad con el 90%; sin embargo, más del 70% ingresa nuevamente en prisión en los cinco años siguientes de su libertad. Aquí se aprecia la importancia de una buena reinserción dentro de los muros.

El maratón de la prisión de San Quintín (San Francisco, California) consiste en dar 105 vueltas al patio de la prisión que corresponden a los 42 kilómetros y 195 metros de un maratón. Los reclusos que participan tienen que pasar por la lavandería, por los urinarios al aire libre y alternar tramos de tierra con asfalto hasta llegar a la meta.

La celebración de este maratón no tiene fecha propia. Su disputa depende de la conflictividad entre los reclusos o un día elegido aleatoriamente por la autoridades de la cárcel.

Durante la carrera, la pocas reglas que hay tienen que ver más con los invitados que con los propios reclusos: se debe evitar llevar ropa blanca o gris para no ser confundidos con los presos y, en caso de alarma, seguir el protocolo que consiste en quedarse inmóviles y sentados en el suelo para no ser disparados desde las torres de vigilancia.

Desde 2015, el récord del maratón lo tiene Markelle Taylor, 'la Gacela de San Quitin', finalizando la prueba en 3h y 16m. Tres años más tarde pudo bajar la marca si no llega a ser por el sonido de la sirena que le obligó a parar durante un minuto y medio. En el caso de haberlo bajado, hubiese obtenido una marca que virtualmente le hubiese permitido participar en la maratón de Boston.

Frank Ruona y el Club de las 1.000 millas

El objetivo de la creación de esta carrera fue un programa de rehabilitación para ayudar a los presos dentro de la prisión y cuando obtuviesen la libertad, fuera de los muros. Comenzó en 2005 cuando las autoridades de la prisión pidieron a Frank Ruona, experto entrenador de atletismo con más de 70 maratones a sus espaldas, poner en marcha este programa de reinserción.

Frank Ruona tuvo que hacerlo solo, ya que no obtuvo respuesta de sus compañeros del club de atletismo en el que por entonces trabajaba. Ruona creó el 'Club de las 1.000 millas', en el que contaba con un grupo de poco más de 30 presos. El régimen de la cárcel solo permitía acceder a las instalaciones con una vigilancia menos exhaustiva a aquellos presos que llevaban ya un número determinado de años en la cárcel y ser un preso de confianza.

En el primer año de la prueba, solo obtuvo un finalista, el resto fue quedándose por el camino. Año tras año son cada vez más los participantes que lo acaban, pero el sueño de Frank es llegar a 20 finalistas. La empatía es la clave del entrenador con los presos: jamás pregunta a los corredores qué han hecho. Las personas que son condenadas en San Quintín son asesinos y delincuentes que cumplen cadena perpetua. Esto le ha generado buena fama al entrenador, manteniendo incluso el contacto cuando poseen la libertad.

Ruona y su equipo tienen la ley de vestir de negro para no ser confundidos por las torretas de seguridad. De hecho, los días de niebla no se suspende el entrenamiento para evitar confusiones y facilitar la labor de visibilidad en las torres de seguridad.

Sueñan con correr fuera de los muros

Mientras dan una y otra vuelta al patio, los corredores imaginan que están fuera de los muros de la prisión. Los medios estadounidenses recogen todos los años declaraciones como la de Tommy Wickerd, que a sus 49 años cumple 10 años de una condena de 59 y asegura que "correr me mantiene fuera de la prisión". Otros presos como Chris Scull piensan que mientras corren son "otro miembro de la sociedad".

"Correr me ha enseñado a establecer metas y alcanzarlas. Cuando estoy en la pista, estoy en el presente. No soy solo un prisionero. Soy humano", explica Bret Owbey, que lleva 17 años en San Quintín. Tienen hasta el mes de abril para pensarse en participar y así 'sentirse libres' como aquellos que la corren año tras año.

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