Jaime González lee la comunicación recibida: "La dirección de la empresa ha resuelto calificar la actuación como falta muy grave que consiste en el despido disciplinario".
Este operario, técnico de gas, se quedó sin trabajo en agosto. El motivo: "Me despiden porque he expulsado a dos compañeros de un grupo de Whatsapp privado, entre compañeros y amigos".
La empresa argumenta que se ha visto obligada a intervenir para prevenir el acoso laboral. Jaime se defiende. Su grupo es entre compañeros con teléfono privados: "No intervine para nada la empresa y los gestionamos los propios trabajadores... Yo soy totalmente inocente".
El chat le ha dejado en la calle. El expulsó a dos compañeros y la empresa le expulsa a él. Fue creado por los trabajadores para organizar una despedida de soltero. La mayoría de los mensajes eran bromas y nunca ha tenido problemas en los seis años que lleva en la empresa.
Su expediente, dice Jaime, está limpio: "Estamos buscando la nulidad del despido y que vuelva a ser readmitido". Ha denunciado a la empresa y este miércoles se ven las caras. Quiere demostrarle al juez que el despido fue injustificado.