Agricultura
Hidropónicos: cultivos que crecen sin tierra
Ante la sequía y la desertización que afecta al campo, se apuesta por los cultivos hidropónicos. Cultivos que, al no necesitar tierra, optimizan la superficie en la que son plantados.
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No es muy frecuente ver plantas que sean capaces de crecer sin tierra. Pero tampoco es ningún disparate. En realidad, las raíces de las plantas absorben los nutrientes que necesitan a través de iones inorgánicos disueltos en el agua. Por tanto, el suelo sólo actúa como medio de reserva y conservación.
Es el descubrimiento y el principio en el que se basa la hidroponía: cultivar plantas sin tierra, suministrando los nutrientes esenciales directamente a través del agua de riego. De esa manera, la función de nutrición del suelo ya no es necesaria, y la del soporte es sustituida por un sustrato inerte y más ligero.
Este sistema, además de optimizar los recursos hídricos, posibilita dos cambios en el comportamiento de las plantas. Por un lado, las raíces, al no tener la necesidad de buscar nutrientes (porque son suministrados directamente), no se extienden en horizontal, lo que permite ampliar la superficie. "Se pueden poner las plantas mucho más juntas y la producción es mayor", explica Cristina Rubio, técnico responsable del IMIDRA, el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario.
"En el campo suele medir 70 centímetros, y aquí mide más de 2 metros"
La otra ventaja es que la planta también crece más de forma vertical. "Al no tener que buscar alimento, se dedican solo a hacer el ciclo vegetativo y a crecer", detalla Rubio poniendo como ejemplo las plantas que crecen en el invernadero de la Finca La Isla, en Arganda del Rey (Madrid), donde el IMIDRA desarrolla su labor de investigación. "La planta de berenjena, en el campo, suele medir unos 70 centímetros, y aquí miden más de 2 metros".
Sustrato inerte: lana de roca, perlita, fibra de coco
Las raíces, por tanto, se asientan en sustrato inerte, cuya única función es ejercer de soporte para las plantas: "simplemente sujeta las raíces". También es necesario que este sustrato sea un material absorbente, que permita que las raíces puedan obtener completamente todo ese alimento incluido en el agua.
Este sustrato inerte puede ser, por ejemplo, material como lana de roca, que habitualmente se utiliza como aislante en el sector de la construcción. Pero también perlita (una especie de vidrio volcánico) o fibra de coco (cáscara de coco molida). Todos ellos son sustratos ligeros y de gran absorción.
"El sustrato no tiene nutrientes, simplemente sujeta las raíces"
En este invernadero se cultivan siempre productos de temporada. Ahora en verano hay tomates, pepinos, pimientos, berenjenas... Cuando termine la temporada, el invernadero se desinfecta y se prepara para el año siguiente. Pero también se desinfecta a diario. Antes de entrar, hay que pisar una plataforma bañada en lejía. Así se aseguran de mantener a raya posibles bacterias y organismos que puedan afectar a los cultivos.
Al ser un invernadero, las condiciones de temperatura también están controladas, lo que facilita su crecimiento. Y para evitar plagas no se utilizan pesticidas, lo que reduce el impacto medioambiental. "Hacemos control biológico. Soltamos por el invernadero unos pequeños bichitos, depredadores naturales de plagas como la araña roja o la mosca blanca", relata Rubio.
El principal coste por tanto es el energético. "La inversión inicial es mucho más alta que si el cultivo es en el campo, pero luego la producción es mucho mayor, se hace rentable en muy pocos años", explica Rubio. Desde el IMIDRA asesoran a aquellos agricultores que comienzan a interesarse por este sistema.
Pero sobre todo, se dedican a la investigación. "Aquí tomamos diferentes datos de la producción que tenemos. Calibramos el producto, y terminamos con un análisis sensorial, hacemos catas para ver qué calidad tiene", detalla. Una vez se han tomado esos datos necesarios para realizar sus estudios, el excedente de producción se dona a asociaciones benéficas.
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