El presidente de Bankia, Rodrigo Rato, ha dimitido en vísperas de la aprobación de un nuevo plan de saneamiento que implicará, probablemente, la inyección de dinero público, y con el que el Gobierno pretende cerrar la reestructuración del sector.
En un comunicado publico, emitido por sorpresa, Rodrigo Rato -el verdadero artífice de las fusiones que dieron lugar a Bankia- anunciaba que abandonaba el barco que pilotaba por considerar que era "lo más conveniente para la entidad". Rato trataba además de dejar cerrada su sucesión con la propuesta de un veterano de la banca para sucederle, Jose Ignacio Goirigolzarri, un hombre curtido en el Banco Bilbao, que llegó a ser consejero delegado del BBVA y que se retiró hace tres años con una indemnización millonaria.
La salida de Rato coincidió con el anuncio que realizó el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de la aprobación de una nuevo decreto para sanear el sistema financiero. Además, tras meses de insistente negación sobre la posibilidad de utilizar dinero público para sanear el sector, Rajoy dejó por primera vez la puerta abierta a esta posibilidad, aunque solo "si eso fuera necesario para salvar al sistema financiero".
La salida de Rodrigo Rato no pilló por sorpresa a Rajoy, su excompañero de Gabinete en los primeros gobiernos del Partido Popular, pues se puso en contacto con él con anterioridad para comunicárselo. La dimisión de Rato pone fin al pulso que el ex ministro y ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha mantenido con las autoridades para que dejaran a Bankia seguir su camino en solitario y sin cambios en su gestión.
El plan que presentó Rato hace unas semanas para sanear su elevada exposición inmobiliaria, más de 37.000 millones de euros, no han convencido al Ministerio de Economía ni al Banco de España, que le ha reclamado medidas adicionales. El plan tampoco ha servido para despejar las dudas que tienen los mercados sobre la viabilidad de la entidad, ni tampoco para convencer al propio FMI, que hace unos días emitió un informe financiero sobre España en el que apuntaba duramente, pero sin citar, a Bankia.
El FMI urgía a la entidad no solo a tomar medidas "rápidas y decisivas para fortalecer su balance", sino también a mejorar su gestión y su "gobierno corporativo", lo que muchos tradujeron como cambios en la cúpula directiva. Rato ha sido el principal defensor de la marcha en solitario de Bankia, frente a la postura de otros competidores que apostaban por la fusión o incluso por su venta segregada.
Ahora será Goirigolzarri el que tendrá que definir una nueva estrategia a la luz del plan de saneamiento que estudia el Gobierno, y que podría estipular la concesión de un nuevo crédito millonario a Bankia. Fuentes financieras creen que Rajoy aprobará el próximo viernes que las entidades puedan recibir ayudas sin necesidad de que acometan nuevas fusiones, lo que podría traducirse en un futuro próximo en una inyección para Bankia próxima a los 7.000 millones. En el sector se baraja una horquilla desde 5.000 a 10.000 millones.
En cualquier caso, este préstamo -unido a otro que le concedió el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria por casi 4.500 millones- podría suponer una carga demasiado elevada para Bankia, que podría verse obligada a acometer una fusión. Hoy, algunos grupos reaccionaron en contra. El secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha rechazado frontalmente la posibilidad de que se ponga "ni un euro" público a fondo perdido para rescatar a la banca cuando no hay dinero para hospitales o para escuelas y los pensionistas van a tener que abonar parte de sus medicinas. En paralelo a la salida de Rato, las acciones de Bankia sufrieron un duro castigo, dado que cayeron un 3,26 % hasta los 2,375 euros, el mínimo de su historia.