Entramos en un taller único, que en estos días tiene una misión importante. Llamados a filas Antonio, el sastre, Mariángeles, Susana y otras seis costureras que dan vida y forma a los diseños y los patrones que militares y cuerpos de seguridad lucen, después, en grandes eventos. Antonio España explica lo que hacen: "Si el uniforme está deteriorado se hace nuevo, que hay que hacer un arreglo, una compostura, un ascenso... hay que cambiar bordados, galones".
Hay que marcar el paso y tener los tiempos bien medidos porque una persona confecciona cada uniforme durante 60 horas. Las telas, de lana, han de estar perfectas. Los botones de latón -bañados en oro-, bien fijados. Y los bordados, lo más delicado, se cosen con hilo de oro.
Desde 1948 varios batallones han mantenido vivo el negocio con la misma técnica: la de sus manos, la más artesanal. Jonathan Vierne, director de Alfonso Hernández, recuerda: "Mi tío, mi suegro y mi abuelo iban de cuartel en cuartel por toda España haciendo los trajes de la Guardia Civil". Y, después, lucen en cada acto castrense.