Vacaciones

Vómitos en el techo y desorden en el suelo a diario: son las condiciones en las que trabajan las 'kellys'

Con las pernoctaciones hoteleras en niveles históricos y con unos precios por habitación más altos que nunca, las camareras de piso se quejan amargamente de que sus condiciones de trabajo son cada vez más precarias. Aseguran que se ven obligadas a adecentar cada vez más habitaciones en menos tiempo y por menos dinero.

Techo de hotel vomitado

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Es temporada alta en el turismo y se nota. No solo en bares y en playas, también dentro de las propias habitaciones de hotel. Las camareras de piso están hartas de cómo se encuentran las habitaciones prácticamente a diario: "Los colchones por un lado, la ropa por otro y los somieres por otro". Hasta han llegado a encontrarse con situaciones del todo desagradables: "Una tenía vomitado hasta el techo". Imágenes desagradables a la que las 'kellys' se enfrentan a diario.

Muchas habitaciones parecen no tener suelo debido a la acumulación de suciedad que presentan. María del Mar lleva 30 años en el oficio y ha visto de todo: "Recuerdo una habitación que cuando la abrí... la abrí, la vi y la cerré". Reclamara mejoras en el sector: "Nuestros contratos son ilegales".

A sus 61 años ve ya muy cercana la jubilación pero sigue luchando por dignificar este oficio. Antes que nada aclara que las llamadas Kellys no son limpiadoras sino camareras de piso, es decir encargadas de ordenar las habitaciones, y que muchas veces los contratos que les hacen son ilegales porque no corresponden al sector de hostelería sino al de limpieza. "No se nos contrata con el contrato de hostelería", matiza.

En su larga carrera profesional acumula una larga experiencia de situaciones desagradables. Desde encontrarse con la habitación usada por un famoso llena de preservativos usados, hasta camas totalmente desmontadas en las que el colchón aparecía por un lado, el somier por otro y la ropa tirada por el suelo.

También denuncia que algunas compañeras han sufrido actos de violencia sexual, como una trabajadora a la que un cliente la puso contra la pared del baño e intentó violarla.

María del Mar cree que ellas son las esclavas del siglo XXI, sobre todo cuando recuerda que hay compañeras que ganan apenas 400 ó 500 euros al mes. "Hace 5 años" -asegura-, "nos pagaban 2 euros por habitación, y ahora 1,20".

A estas condiciones se le añade una dificultad más: el tiempo. El que tienen es insuficiente para limpiar tanto desorden. Para ellas es imposible llegar a todo con 20 minutos, por lo que a veces, cuando se encuentran con habitaciones que "son un desastre", tardan "más de una hora". Todo ello afecta a su salud: "Estamos enfermando por la sobrecarga de trabajo que tenemos", por lo que se vuelve insostenible.

Suciedad hasta en el techo

María del Mar no es la única que se ha encontrado con olores desagradables dentro de una habitación durante su jornada laboral. Sus denuncias las corrobora la joven camarera de piso Yadira. Cada vez les mandan hacer más habitaciones en menos tiempo. Para su trabajo tienen un móvil que les avisa cuando llega el momento de hacer otra habitación. Yadira asegura que ha tenido serios problemas de calambres y de estrés, y que después de la pandemia soñaba incluso con el pitido de ese aparato que le ordenaba salir corriendo a otra habitación.

Recuerda que la peor habitación que le ha tocado recoger fue una en la que apareció hasta el techo repleto de suciedad, tuvo que limpiar un vómito del techo hace muy poco: "Todo el techo, todo regado". Tuvo que llamar a seguridad del hotel y a su jefe antes de poner en orden la habitación. Tardó hora y media en dejarla limpia cuando lo normal hubieran sido 35 minutos.

Las Kellys también se tienen que enfrentar a menudo a las falsas acusaciones de robo por parte de los clientes. Yadira reconoce que una vez le acusaron de quedarse con unos pendientes y que hace poco a una compañera suya se la llevó la policía.

Marcia Díaz, portavoz de las Kellys de Gran Canaria, asegura que todo este cúmulo de situaciones y la creciente sobrecarga de trabajo a la que se les somete, está haciendo que estas profesionales que realizan una labor imprescindible en el sector turístico sufran cada vez más enfermedades.

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