La petrolera YPF es una de las mayores empresas argentinas, columna vertebral del mercado de hidrocarburos y una marca asociada en el imaginario popular a un pasado de esplendor del país, lo que explica su importancia estratégica para el Gobierno de Cristina Fernández.
En 1999 la compañía pagó más de 13.400 millones de euros por su compra. Hoy, la filial argentina de la petrolera española supone casi el 50% de las reservas, más de la mitad de la producción y representa un 25% del resultado neto de la empresa.
La empresa cayó dentro de la ola privatizadora del gobierno de Carlos Menem (1989-1999) y fue vendida al final de su mandato a la española Repsol, por unos 9.000 millones de dólares.
En 2007, el grupo argentino Petersen, de la familia Eskenazi, afín al entonces presidente Néstor Kirchner, esposo de la actual mandataria, compró el 14,9 % de YPF a Repsol y en mayo de 2011 adquirió un 10 % adicional.
Disminuye la producción
En los últimos meses, Argentina parece haber olvidado contínuos acuerdos y apretones de manos. Muchos coinciden en que la inflación argentina superior al 20% tiene mucho que ver.
Este país es líder en recurrir al arbitraje internacional. Tiene una veintena de conflictos abiertos con empresas de Europa y EE.UU. debido a los históricos vaivenes legislativos argentinos.
El Gobierno de Cristina Fernández responsabiliza a la compañía de la bajada en la producción por falta de inversión, aunque YPF sostiene que en 2011 realizó inversiones récord por 13.300 millones de pesos (3.022,7 millones de dólares), un 50 % más que en 2010.
En las últimas semanas, con la embestida del Gobierno de Cristina Fernández, ha perdido una quincena de licencias en seis de las diez provincias petroleras del país.
En 2011, YPF produjo 100 millones de barriles de petróleo, un 6,5 % menos que en 2010, y 441.000 millones de pies cúbicos de gas natural, con una caída interanual del 10,1 %.