Los siete candidatos a presidentes de Gobierno de la democracia han preparado con esmero sus discursos de investidura y en ellos han expresado sus grandes líneas de acción de gobierno y su compromiso con los ciudadanos, una declaración de intenciones que es una radiografía de los últimos años del país.
Pedro Sánchez pronunciará esta tarde ante el pleno del Congreso el duodécimo discurso de investidura de la democracia, después de los de Adolfo Suárez (1979), Leopoldo Calvo Sotelo (1981), Felipe González (1982, 1986, 1989 y 1993), José María Aznar (1996 y 2000), José Luis Rodríguez Zapatero (2004 y 2008) y Mariano Rajoy (2011). En todos ellos suele haber elementos comunes y referencias a los principales problemas de España que, a pesar del paso de los años, parecen vigentes.
Felipe González, en 1982: "El pueblo ha votado el cambio y nuestra obligación es realizarlo"
Suárez (30 de marzo de 1979) apelaba a la sociedad española "para remontar los problemas actuales" y se refería al "adverso contexto internacional (que) condiciona estrechamente el marco real de posibilidades para superar la crisis".
"Hay que poner a los ciudadanos y a los grupos sociales ante esta realidad por amarga y dura que nos parezca, y ese es el incómodo papel que hará suyo el Gobierno", decía Calvo Sotelo (18 de febrero de 1981).
Cuando Felipe González ganó las elecciones en 1982 y pedía la investidura al Parlamento el 30 de noviembre, consideró su prioridad la lucha contra la crisis económica y el paro, "una plaga prácticamente mundial, agravada en España en comparación con los países desarrollados".
"El paro sigue siendo el principal problema de la economía española", dijo Aznar 14 años después, en su discurso de investidura del 3 de mayo de 1996, y estableció otra prioridad que también suena actual: "la reducción del déficit es el objetivo más importante".
¿Cómo empezó Zapatero el 15 de abril de 2004 la parte de su discurso referida a la economía? "Quiero hacer un pronunciamiento previo: mi Gobierno asume, como criterio que guiará su actuación, el principio de estabilidad presupuestaria".
Mariano Rajoy (19 diciembre 2011) hizo una descripción de la situación del país y resumió el esfuerzo y sacrificio con el que iba a afrontar la crisis: "Me propongo dedicar toda la capacidad del Gobierno y todas las fuerzas de la nación a detener la sangría del paro". "Las expectativas sobre los dos próximos trimestres, no son nada halagüeñas. El panorama, señorías, no puede ser más sombrío", reconoció.
La primera vez que se sometieron a la confianza del Congreso, todos prometieron reformas. Adolfo Suárez precisaba: "El Gobierno de UCD no va a hacer, desde luego, una política revolucionaria, pero realizará reformas profundas y rigurosas que modificarán seriamente las estructuras de nuestro país". Calvo Sotelo, que llegó al Gobierno prometiendo continuidad y a cuatro días de la intentona golpista del 23-F, señaló: "Piensan muchos que sobre España parecen haber caído al mismo tiempo demasiados problemas y creen que es necesario un cambio en la manera de gobernar".
Pero con el candidato que se identificó el cambio fue con Felipe González de 1982, que hizo un discurso de investidura prolijo en detalles de las políticas que se llevarían a cabo inspiradas por tres principios "paz, unidad y progreso". "El pueblo ha votado el cambio y nuestra obligación es realizarlo", dijo como preámbulo al desglose de sus propuestas. La llegada al poder de José María Aznar, obligado a pactar con los nacionalistas, llenó su discurso de referencias al acuerdo, a fraguar consensos y a la defensa del pluralismo y la diversidad territorial. Situó un objetivo claro: que España cumpliera los objetivos de convergencia que establecía el Tratado de Maastricht y prometió para ello un Ejecutivo "dialogante, austero, transparente y reformista".
También en el primer discurso de investidura de Zapatero en 2004 quedaron claros los ejes de lo que serían sus políticas. Fue el discurso del famoso "talante" que tuvo una larga introducción dedicada al terrorismo; hacía un mes del atentado del 11-M. En aquella ocasión el candidato socialista ya anunció un plan de atención a la dependencia, una ley de igualdad de género y la modificación del Código Civil para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Rajoy se comprometió a no aceptar "que haya en España una generación que pudiera perderse porque encuentra cerradas todas las puertas" y ofreció "defender la unidad, dialogar sin cansancio y asegurar la justicia en el reparto de las cargas".
Anunció una política de máxima disciplina presupuestaria, en la que sólo iba a aumentar el gasto en pensiones y dejaba todas las demás partidas "susceptibles" de ser reducidas. Calculó que España debía ahorrar en 2012 más de 16.500 millones de euros para poder cumplir el compromiso con el déficit.
Quizás algunas de las citas anteriores aparezcan en el discurso de Sánchez, pero lo que es seguro es que coincidirá con sus antecesores en la manera de terminarlo, ya que, con pocas variaciones, esa exposición de planes para gobernar suele terminar con la formula: "y para llevar a cabo ese proyecto es para lo que solicito la confianza de la Cámara".