Mohamed El Onsri, el nuevo imán de Ripoll de la mezquita donde se planificaron los atentados del 17 de agosto en Barcelona y Cambrils, califica a su antecesor como "un cobarde". Él se desmarca totalmente de los ataques, condena el terrorismo y asume de nuevo la responsabilidad de dirigir el templo para, según él, limpiar la imagen del Islam.
La publicación de parte del sumario del 17A ha provocado que Ripoll vuelva a revivir el dolor, la tristeza y la decepción que dejaron los atentados sin que nadie se explique cómo unos jóvenes que habían nacido y crecido en este pequeño pueblo de montaña se convirtieron en terroristas.
Los detalles de la investigación policial, que se hicieron públicos la semana pasada, han dejado más preguntas que respuestas entre los vecinos y han generado cierta sensación de desconfianza hacia la comunidad musulmana. Pero a pesar del golpe de las nuevas informaciones, los ripolleses miran hacia adelante e intentan construir una sociedad más tolerante, respetuosa y equitativa.
Dos muestras de ello son el nuevo modelo de convivencia que está desarrollando el Consorcio de Bienestar Social del Ripollés -y que se extrapolará al resto de Cataluña- o el nacimiento de la entidad Som Ripoll, integrada por vecinos que se unieron dos días después del 17-A para evitar que el ataque terrorista rompiera la armonía que había caracterizado siempre la vida en esta localidad.
"En estos meses no ha habido ningún altercado, ni pintadas, ni muestras de racismo. Estamos muy orgullosos de la respuesta que hemos dado como pueblo", dice a Efe un portavoz municipal, que resalta asimismo que en las escuelas e institutos el curso se ha desarrollado con normalidad, "sin ningún problema".
Desde el Ayuntamiento explican que los primeros días tras los atentados los ripolleses sintieron una mezcla de emociones, como dolor, decepción, rabia o enfado, y después "un agobio muy bestia" por el "acoso" de los medios de comunicación. "Es un pueblo muy tranquilo donde nunca pasaba nada. Y de repente, llegaron decenas de periodistas de todo el mundo y la presión fue demasiada", indican.
Una mezcla de emociones que la semana pasada se volvió a palpar entre los vecinos al conocerse algunos detalles de la investigación. Nadie esperaba que sus vecinos llevaran tanto tiempo planeando los atentados ni que tuvieran la sangre fría de bromear mientras preparaban los explosivos.
Además, el testimonio de una hermana de los terroristas afirmando que el imán hizo discursos animando a "matar infieles" ha hecho aflorar sospechas entre la comunidad musulmana y el resto de habitantes.
Ali Yassine, el presidente de Annour, la mezquita donde trabajaba el imán Es Satty, considerado el cerebro de los atentados, niega las acusaciones: "Es imposible que dijera algo así en la mezquita, solemos ser unas cien personas y si lo hubiéramos oído hubiéramos ido inmediatamente a la policía".
Yassine subraya a Efe que "los actos terroristas no tienen nada que ver con los musulmanes ni con la cultura árabe" y agradece la ayuda de todos los vecinos a lo largo del último año: "Ha sido un golpe muy duro, pero todo el mundo nos ha ayudado mucho y nos ha tratado muy bien".
Pero hay una deuda pendiente que reclaman fervientemente tanto la comunidad musulmana como el ayuntamiento y la población: "Que nos aclaren la relación del imán con el CNI y si los Mossos tenían sus antecedentes policiales", exige la concejal del Ayuntamiento Montse Llimós.
En cualquier caso, la mayoría de vecinos no tiene ganas de hablar ni de los atentados ni de sus autores. "Ya hace tiempo que no se habla del tema. Todo el mundo acabó muy cansado de los periodistas y lo único que podemos hacer es trabajar para que nunca vuelva a pasar", dice uno de estos ripolleses, Joan Fañanás, que coincide con su vecino Omar Ezz en que "fue muy doloroso para todos y nadie tiene ganas de volver atrás y recordar lo que pasó".