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CASO FAISÁN | HABLA EL DUEÑO DEL BAR FAISÁN

Elosua reconoce que pensó que el chivatazo provenía de un policía y que le dejó "abobado"

El dueño del bar Faisán y miembro del aparato de extorsión de ETA, Joseba Elosua, ha admitido que una persona le alertó por teléfono en 2006 de que se iba a detener a un etarra que conocía, llamada que le dejó "completamente abobado" y que sospechó que provenía de un policía.

En su confusa declaración en el juicio del caso Faisán que se celebra en la Audiencia Nacional, continuamente interrumpida por las preguntas aclaratorias del magistrado presidente, Elosua ha afirmado que el 4 de mayo de 2006 un hombre preguntó por él en el bar y le pasó su móvil, por el que habló con otro hombre que le avisó de que iban a registrar a un "amigo" suyo.

Elosua, de casi 80 años, ha afirmado que ese hombre -supuestamente el inspector José María Ballesteros- le dijo que su amigo, miembro del aparato de extorsión de ETA, iba a ir al local y que al pasar la frontera le pararían, lo que le dejó "grogui" y "tararí". "Le dije enseguida: 'Esto es una tomadura de pelo, ¿no?'", ha dicho respecto a la conversación del chivatazo que, según las acusaciones, mantuvo con el exjefe de Policía del País Vasco, Enrique Pamies, acusado en el juicio junto a Ballesteros por colaborar con ETA.

Elosua, que supuestamente iba a entregar ese día al etarra dinero del impuesto revolucionario, ha incurrido en varias contradicciones durante su declaración ante el fiscal Carlos Bautista y en otros momentos ha respondido cosas distintas a las que se le preguntaba, por lo que ha sido recriminado varias veces. "Céntrese, calle un momento. ¿Se ha centrado?", le ha preguntado en un momento el magistrado Alfonso Guevara. Las acusaciones sostienen que en la llamada del soplo Pamies avisó a Elosua de la operación, le dijo que lo hacía por motivos políticos, le habló sobre su "amigo" etarra y de una reunión que el día anterior había mantenido con un miembro del PNV, quien supuestamente le entregó 9 millones del impuesto revolucionario o, de acuerdo con el argot etarra, "nueve botellas de vino".

Cuando ha sido preguntado sobre si efectivamente Pamies le habló de botellas de vino, ha respondido evasivo: "Por teléfono le diría nueve botellas de Lacuesta, un vino de La Rioja que le compré a una comercial equis, y me trajeron esas nueve botellas de vino". En cambio, unos minutos después, ha dicho : "De botellas he hablado muchas veces por teléfono, pero no ese día y a esa persona".

El testigo ha sostenido varias versiones sobre sus sospechas de que el hombre al otro lado del teléfono era policía y acerca del tiempo que pasó desde que llegó al bar hasta que entró el hombre que le pasó el móvil y de la duración de la llamada. "Desde el primer momento tuve en mi cabeza que no estaba hablando con un policía, sino con alguien que me estaba tomando el pelo (...) porque no tenía ningún fundamento que fuera un policía y que no me dijera claro 'plas plas plas'", ha afirmado primero, y luego ha dicho: "Pues claro que tenía que ser algún policía porque si no una persona civil así por las buenas no le puede retener (al etarra)".

A lo largo de la instrucción, le ha recordado el fiscal, ha cifrado el tiempo que estuvo en el bar -importante para saber la hora del chivatazo- entre ocho y veinte minutos, y hoy ha dicho primero que cinco minutos y, en todo caso, "menos de diez", y luego que dos, tres, cuatro o cinco. Sobre la duración de la llamada, un tema controvertido puesto que la Policía solo rastreó las de más de cuatro minutos, primero ha dicho que no fue muy larga, "seis o siete palabras", pero luego, preguntado por el fiscal si duró diez minutos, ha contestado: "Sí, por ahí, ocho". Elosua ha descrito a la persona que entró en el bar como un hombre bajo, "chaparro", que podía llevar peluca, de 45 a 50 años y con acento extremeño.

 

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