Hablar de ETA es reconstruir casi medio siglo de asesinatos, disparos en la nuca, secuestros, atentados indiscriminados. El guardia civil José Antonio Pardines se convierte en la primera víctima reconocida por la banda. Es junio de 1968 y se inicia así un reguero de sangre que deja por el camino 829 vidas arrebatadas y también miles de heridos.
A partir del asesinato del presidente del Gobierno, Carrero Blanco -en diciembre del 73- ETA imprime su sello a los capítulos más sangrientos de nuestra historia reciente. Plaza de la República Dominicana de Madrid -1986- 12 Guardias Civiles asesinados. Hipercor de Barcelona, un año después, otros 21 fallecidos. Puente de Vallecas, 1995, mueren seis civiles más.
Durante todo este tiempo, la fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado -en colaboración con Francia- trabajan sin descanso en la lucha antiterrorista, deteniendo a etarras y descabezando a la cúpula de la banda. Como sucedió en la localidad francesa de Bidart, a pocas semanas de la Expo y de Barcelona'92.
ETA queda desde entonces herida de muerte, pero sigue causando tanto o más dolor. Tras 532 días de cautiverio, el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara es liberado por los cuerpos policiales. Días más tarde, el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco supone, según muchos, el principio del fin de la banda terrorista.
Acorralada, ETA sigue matando desesperadamente, casi siempre por la espalda. Sin embargo, por mucho que huyan sus etarras, van cayendo unos tras otros.
En 2011 anuncian que dejan de matar, aunque policía y guardia civil no paran de perseguirlos. Hace tres años simulan así parte de su desarme. Una mentira más de la misma banda terrorista que ha sembrado de plomo la democracia española.